viernes, 27 de enero de 2012

A vueltas con el lenguaje de hoy


Desde hace unos años, en algunas esferas, se nos presenta a Jesucristo como "Jesús de Nazareth"  que trae una mensaje revolucionario, nuevo, y a nosotros lo que nos toca es "comprometernos", o, el tal repetido "tomar conciencia de…".
Esto es un pelagianismo de nuevo cuño: en este lenguaje social de hoy podemos detectar una absoluta confianza en el hombre de tal manera, que puede comprometerse y actuar en la vida con sus solas fuerzas, relegando a Jesús a mero docente-profeta-filósofo... Con esto, entonces, el cristianismo se pervierte, convirtiéndose en un modelo de transformación social, o de compromiso, basado únicamente en el esfuerzo del hombre y en su buena voluntad.
     ¿Qué es lo que pierde de vista este lenguaje? Pues, que el cristianismo ante todo es Don y Gracia, es el Amor de Dios que se da y sale al encuentro del hombre, lo redime, lo santifica. Por lo que, lo primero y más importante no es lo que nosotros hacemos, sino lo que Dios hace.

"Tenemos los cristianos una gran tarea por delante: por una parte, no presentar el cristianismo como un simple moralismo -"tienes que hacer"- sino como un don en el que se nos ha dado el amor que nos sostiene y nos proporciona la fuerza necesaria para saber "perder la propia vida"; y, por otra, en este contexto de amor donado, progresar hacia las realizaciones concretas, las cuales siempre tienen como fundamento el decálogo que, con Cristo y la Iglesia, debemos leer en este tiempo de modo progresivo y nuevo" (Benedicto XVI, Discurso a los Obispos de Suiza, 9-noviembre-2006).

Este lenguaje del "compromiso", del "moralismo" de hacer cosas y transformar el mundo es árido, duro, y, ciertamente, poco cristiano, aunque se nos presente bañado de evangelismo.

Porque ¿alguien puede mover siempre su vida por el "deber" sin otro aliciente?
Más bien, la vida se mueve por el amor, que alienta a la persona. Y para nosotros creyentes:

Lo primero siempre será el anuncio alegre y festivo de Jesucristo, que sale al encuentro de nuestra existencia, entregándonos el Amor de Dios.
Lo primero siempre será Jesucristo y su anuncio, que corresponde a las exigencias más íntimas del corazón del hombre.
Lo primero será mostrar la Belleza de Jesucristo que cautiva el corazón humano.

Y entonces, reconociendo este Don, la propia vida se pone en movimiento, y en camino de perfección, de seguimiento, realizando la vida moral con sentido, esto es, según la Gracia y el Espíritu Santo.

                                                                                                          Fernando
 Apunte tomado de un artículo de D. Javier Sánchez 
 Martínez, que estimo muy oportuno.

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