domingo, 31 de enero de 2016

¿No necesitamos profetas?

«Un gran profeta ha surgido entre nosotros». Así gritaban en las aldeas de Galilea, sorprendidos por las palabras y los gestos de Jesús. Sin embargo, no es esto lo que sucede en Nazaret cuando se presenta ante sus vecinos como ungido como Profeta de los pobres.
Jesús observa primero su admiración y luego su rechazo. No se sorprende. Les recuerda un conocido refrán: «Os aseguro que ningún profeta es bien acogido en su tierra». Luego, cuando lo expulsan fuera del pueblo e intentan acabar con él, Jesús los abandona. El narrador dice que «se abrió paso entre ellos y se fue alejando». Nazaret se quedó sin el Profeta Jesús.
Jesús es y actúa como profeta. No es un sacerdote del templo ni un maestro de la ley. Su vida se enmarca en la tradición profética de Israel. A diferencia de los reyes y sacerdotes, el profeta no es nombrado ni ungido por nadie. Su autoridad proviene de Dios, empeñado en alentar y guiar con su Espíritu a su pueblo querido cuando los dirigentes políticos y religiosos no saben hacerlo. No es casual que los cristianos confiesen a Dios encarnado en un profeta.
Los rasgos del profeta son inconfundibles. En medio de una sociedad injusta donde los poderosos buscan su bienestar silenciando el sufrimiento de los que lloran, el profeta se atreve a leer y a vivir la realidad desde la compasión de Dios por los últimos. Su vida entera se convierte en «presencia alternativa» que critica las injusticias y llama a la conversión y el cambio.
Por otra parte, cuando la misma religión se acomoda a un orden de cosas injusto y sus intereses ya no responden a los de Dios, el profeta sacude la indiferencia y el autoengaño, critica la ilusión de eternidad y absoluto que amenaza a toda religión y recuerda a todos que solo Dios salva. Su presencia introduce una esperanza nueva pues invita a pensar el futuro desde la libertad y el amor de Dios.
Una Iglesia que ignora la dimensión profética de Jesús y de sus seguidores, corre el riesgo de quedarse sin profetas. Nos preocupa mucho la escasez de sacerdotes y pedimos vocaciones para el servicio presbiteral. ¿Por qué no pedimos que Dios suscite profetas? ¿No los necesitamos? ¿No sentimos necesidad de suscitar el espíritu profético en nuestras comunidades?
Una Iglesia sin profetas, ¿no corre el riesgo de caminar sorda a las llamadas de Dios a la conversión y el cambio? Un cristianismo sin espíritu profético, ¿no tiene el peligro de quedar controlado por el orden, la tradición o el miedo a la novedad de Dios?

sábado, 30 de enero de 2016

Las obras de misericordia

Este año va a ser el «tema estrella» esto de la misericordia. Y no está mal. Aunque lo de tema estrella suena demasiado mediático, demasiado coyuntural y demasiado efímero, como ocurre con tantas modas. Ahora toca hablar de misericordia, como en otro momento tocará hablar de justicia, amor, paz o bienaventuranza. Sería un error plantearnos así las cosas. El evangelio tiene pilares fundamentales que nunca deberían apagarse o silenciarse. Entre ellos, sin duda, la misericordia es clave. Este jubileo que comenzamos es ocasión para recordarlo. No para que ahora sea tendencia y luego se olvide. Sino para que ahora lo recordemos, y siempre lo vivamos.

Ese es el sentido que tiene dedicar una serie a las obras de misericordia. Misericordia alude a la capacidad de vibrar y compadecerse con las fragilidades y miserias ajenas. Pero no basta vibrar. Hay que actuar. En un contexto donde se percibe demasiado a menudo el egocentrismo y el egoísmo como camino para salir adelante, la llamada a abrirse a los otros es trasgresora. Si el amor ha de ponerse más en las obras que en las palabras. ¿Cómo entender hoy unas urgencias que  en distintos contextos son diferentes? ¿A quién hay que alimentar, acoger, o vestir? ¿A qué enfermos hay que atender en un mundo de hospitales y servicios públicos diversos? ¿Qué significa hoy enterrar a los muertos, en un mundo donde todos los procedimientos están estandarizados? ¿Hasta qué punto hay que seguir soportando a las personas molestas? ¿Qué diferencia hay entre las obras llamadas corporales y las espirituales?

Todo eso, y otras cuestiones, intentaremos ir desplegando en las próximas semanas, con las intuiciones, sensibilidad y perspectiva diferente de un buen grupo de creyentes que buscan y proponen.


pastoralsj

viernes, 29 de enero de 2016

Mi mayor logro


Mi mayor logro será confesarte como Señor;
mi éxito más sonado, ponerme en tus manos;
mi cualidad más destacada, la confianza en Ti;
mi mejor momento, cuando eres Tú quien me lleva;
mi oración más sincera, ‘Tú eres mi todo’;
mi más brillante escrito, el que Tú trazas en mi vida;
mi punto fuerte eres Tú, Roca mía.


·         Javi Montes, sj

jueves, 28 de enero de 2016

Los vientos del navegante

La rosa de los vientos está para ayudarnos en cualquier aventura iniciada. Así los navegantes bien saben que a cada rumbo le corresponde un viento: la tramontana, el mistral, el siroco, el levante o el austro. Marinos y exploradores, desde siempre, se han servido de la característica y personalidad de cada viento para determinar el rumbo posible. Fríos, fuertes, brisas marinas o de montaña, tórridos del desierto o los remotos del sur. Lo mismo sucede al comienzo de cada año. Vienen los vientos. Unos se llevan cosas y otros las traen. Empujan o dificultan. Alivian o abrasan. Te aligeran o te hielan. Es conveniente discernir y ver cuáles son esos vientos que aparecen en estos primeros compases del año para así izar nuestras velas y dirigirnos al puerto que señale el Espíritu.

miércoles, 27 de enero de 2016

Papa Francisco y la Familia: Ante la unidad de los cristianos


El 25 de enero hemos celebrado la fiesta de la Conversión de San Pablo, y , con esta fecha, concluimos la Semana de oración por la unidad de los cristianos: “un tiempo dedicado a la oración, para seguir la voluntad de Cristo”- nos dice el Papa-.

Esta iniciativa espiritual, siempre preciosa, involucra a las comunidades cristianas, desde hace más de cien años. Se trata de un tiempo dedicado a la oración por la unidad de todos los bautizados, según la voluntad de Cristo.
San Pablo, cuando escribió los cristianos de Corinto, les hizo esta pregunta: “¿Acaso está dividido Cristo?’”
Ciertamente Cristo no ha sido dividido. Pero debemos reconocer sinceramente, con dolor, que nuestras comunidades continúan viviendo divisiones que son de escándalo. ¡La división entre nosotros cristianos es un escándalo! No hay otra palabra: ¡un escándalo!
¿Cada uno de ustedes – escribía el Apóstol – dice: ‘Yo soy de Pablo’, ‘Yo en cambio soy de Apolo’, ‘Y yo de Cefa’, ‘Y yo de Cristo’?. 
También aquellos que profesaban a Cristo, como su cabeza, no fueron aplaudidos por Pablo, cuando usaban el nombre de Cristo para separarse de los otros, dentro de la comunidad cristiana.  
Pero … ¡el nombre de Cristo crea comunión y unidad, no división! Él ha venido para hacer comunión entre nosotros, no para dividirnos. El Bautismo y la Cruz son elementos centrales del discipulado cristiano que tenemos en común. Las divisiones, en cambio, debilitan la credibilidad y la eficacia de nuestro compromiso de evangelización, y arriesgan con vaciar la Cruz de su potencia.
Pese al sufrimiento de las divisiones, que lamentablemente todavía permanecen, acogemos, las palabras de Pablo como una invitación a alegrarnos sinceramente de las gracias concedidas por Dios a otros cristianos. Tenemos el mismo Bautismo, el mismo Espíritu Santo que nos ha dado las gracias:  reconozcámoslo, y, alegrémonos.
Es bello reconocer la gracia con la cual Dios nos bendice y, todavía más, encontrar en otros cristianos algo de lo cual tenemos necesidad, algo que podríamos recibir como un don de nuestros hermanos y de nuestras hermanas.
Se nos ha invitado, en esta semana,  a pensar en aquello que podríamos dar a nuestros vecinos cristianos, y se nos exhortado a encontrarnos,  para entender lo que todos pueden recibir, cada vez, de las otras comunidades cristianas.
Finalmente, esto necesita de algo más. Necesita mucha oración, necesita humildad, necesita reflexión y continua conversión. Sigamos adelante por esta vía, orando por la unidad de los cristianos para que este escándalo termine y no esté más entre nosotros. ¡Gracias!

                                                                                              Fernando

martes, 26 de enero de 2016

NOS VAMOS DE EXCURSIÓN



Ya van formalizando la inscripción para la excursión-convivencia los Sectores de León, Ponferrada-Astorga-La Bañeza, Palencia y Valladolid. Una buena ocasión para convivir los equipistas de la Región tres días, acercándonos a los monasterios marianos de la Rioja: Nuestra Señora de la Piedad, dominicas en Casalarreina, Santa María la Real (franciscanos) en Nájera y Santa María de San Salvador- monjas del Cister en Cañas-, al camino francés de Santiago, de este lado del Ebro, siguiendo las huellas del primer peregrino de nombre conocido, el rey Alfonso II el Casto en el Logroño, capital de la más actual ruta enológica, gastronómica y festiva acogida, al Camino de la Lengua, con las primeras palabras castellanas, las glosas emilianenses, S. Millán de la Cogolla.
Nuestra convivencia tendrá su punto fuerte en la fiesta ya tradicional en estos encuentros. Está diseñado este viaje para equipistas y amigos, Cuanto antes confirméis vuestra participación mejor para todos. A partir del día 5 de marzo, si no alcanzamos el número necesario, aceptaremos grupos que manifiestan su interés en acompañarnos.

El precio es de 195 €
Conviene formalizar la inscripción cuanto antes (plazo hasta el 5 de marzo).El anticipo de 50 € que se puede abonar en efectivo o ingreso en la cuenta de
                        Caja Duero:   2104 0232 8591 7029 2200
Indicar en el concepto: NOMBRE DE LOS PARTICIPANTES
                          
Pedro Pablo y M.ª Ángeles ABAD-HELGUERA
C/ Mayor Antigua, 70-3º izda.,Tfno.: 979 74 07 01 / 626 24 11 22
Correo electrónico: abadhelguera@gmail.com



lunes, 25 de enero de 2016

El Papa Francisco y la Familia: Ante los celos, envidias y habladurías

Que los cristianos cierren las puertas a los celos, envidias y habladurías que dividen y destruyen nuestras comunidades.

Los celos actúan en nuestros corazones y son una mala inquietud, que no tolera que un hermano o una hermana tengan algo que yo no tengo. En vez de alabar a Dios, quien se deja llevar por los celos, prefiere encerrarse en sí mismo, amargarse, cocinar sus sentimientos en el caldo de la amargura.

Los celos llevan a matar. La envidia lleva a matar. Justamente fue esta puerta, la puerta de la envidia, por la cual el diablo entró en el mundo. La Biblia dice: ‘Por la envidia del diablo, entró el mal en el mundo’. Los celos y la envidia abren las puertas a todas las cosas malas.

También dividen a la comunidad. Cuando algunos de los miembros de una comunidad cristiana sufren de envidia, de celos, la comunidad cristiana termina dividida: uno contra el otro. Este es un veneno fuerte. Es un veneno que encontramos en la primera página de la Biblia con Caín.

En el corazón de una persona, golpeada por los celos y por la envidia,  ocurren dos cosas clarísimas:
La primera cosa es la amargura: La persona envidiosa, la persona celosa es una persona amargada: no sabe cantar, no sabe alabar, no sabe qué cosa sea la alegría, siempre mira ‘qué cosa tiene aquel y que yo no tengo’. Y esto lo lleva a la amargura, a una amargura que se difunde sobre toda la comunidad. Son, éstos, sembradores de amargura.

La segunda actitud, que lleva a los celos y a la envidia, son las habladurías. Porque éste no tolera que aquél tenga algo, la solución es abajar al otro, para que yo esté un poco más alto. Y el instrumento son las habladurías. Busca siempre y tras un chisme verás que están los celos, está la envidia. Y las habladurías dividen a la comunidad, destruyen a la comunidad. Son las armas del diablo.

Cuántas hermosas comunidades cristianas van bien, pero luego en uno de sus miembros entra el gusano de los celos y de la envidia y, con esto, la tristeza, el resentimiento de los corazones y las habladurías.

Una persona que está bajo la influencia de la envidia y de los celos mata, como dice el apóstol Juan: “Quien odia a su hermano es un homicida”. Y “el envidioso, el celoso, comienza a odiar al hermano”.

Recemos  por nuestras comunidades cristianas, para que esta semilla de los celos no sea sembrada entre nosotros, para que la envidia no encuentre lugar en nuestro corazón, en el corazón de nuestras comunidades, y así podremos ir adelante con la alabanza del Señor, alabando al Señor, con la alegría.

Es una gracia grande, la gracia de no caer en la tristeza, del estar resentidos, en los celos y en la envidia.

Recen por mí. Gracias.

                                                                       Fernando

domingo, 24 de enero de 2016

En la misma dirección

Antes de comenzar a narrar la actividad de Jesús, Lucas quiere dejar muy claro a sus lectores cuál es la pasión que impulsa al Profeta de Galilea y cuál es la meta de toda su actuación. Los cristianos han de saber en qué dirección empuja a Jesús el Espíritu de Dios, pues seguirlo es precisamente caminar en su misma dirección.
Lucas describe con todo detalle lo que hace Jesús en la sinagoga de su pueblo: se pone de pie, recibe el libro sagrado, busca él mismo un pasaje de Isaías, lee el texto, cierra el libro, lo devuelve y se sienta. Todos han de escuchar con atención las palabras escogidas por Jesús pues exponen la tarea a la que se siente enviado por Dios.
Sorprendentemente, el texto no habla de organizar una religión más perfecta o de implantar un culto más digno, sino de comunicar liberación, esperanza, luz y gracia a los más pobres y desgraciados. Esto es lo que lee. «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido. Me ha enviado a anunciar la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor». Al terminar, les dice: «Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír».
El Espíritu de Dios está en Jesús enviándolo a los pobres, orientando toda su vida hacia los más necesitados, oprimidos y humillados. En esta dirección hemos de trabajar sus seguidores. Esta es la orientación que Dios, encarnado en Jesús, quiere imprimir a la historia humana. Los últimos han de ser los primeros en conocer esa vida más digna, liberada y dichosa que Dios quiere ya desde ahora para todos sus hijos e hijas.
No lo hemos de olvidar. La «opción por los pobres» no es un invento de unos teólogos del siglo veinte, ni una moda puesta en circulación después del Vaticano II. Es la opción del Espíritu de Dios que anima la vida entera de Jesús, y que sus seguidores hemos de introducir en la historia humana. Lo decía Pablo VI: es un deber de la Iglesia «ayudar a que nazca la liberación... y hacer que sea total».
No es posible vivir y anunciar a Jesucristo si no es desde la defensa de los últimos y la solidaridad con los excluidos. Si lo que hacemos y proclamamos desde la Iglesia de Jesús no es captado como algo bueno y liberador por los que más sufren, ¿qué evangelio estamos predicando? ¿A qué Jesús estamos siguiendo? ¿Qué espiritualidad estamos promoviendo? Dicho de manera clara: ¿qué impresión tenemos en la iglesia actual? ¿Estamos caminando en la misma dirección que Jesús?

sábado, 23 de enero de 2016

Nuevo libro de un equipista del Sector de Asturias

Edmundo Pérez Pérez es equipista del Sector de Asturias.
Ha sido, en el trienio anterior, Responsable de este Sector 

METAMORFOSIS, se define como el cambio profundo de as­pecto, forma o características, experimentado por cualquier ser vivo o inanimado, persona, animal o cosa. En esta novela esta palabra se aplica en tres vías paralelas:

La primera se refiere a la transformación de una mujer joven, Susana, no demasiado agraciada, que por medio de la cirugía estética, tiene la oportunidad de insertarse en la sociedad con un rostro nuevo, que va a modificar su credo y forma de enfocar la vida, hasta ese momento, azarosa y falta de contenido y feli­cidad.
                                                                                                 
La siguiente ruta es la de Aurelio, hombre de empresa. A sus treinta y un años, no tiene compromiso sentimental alguno, hasta el instante en que toma partido por Susana, su secretaria, en cuyo momento se produce la metamorfosis que cambiará su vida, atento a las necesidades de otros, y al propio tiempo, un Pigmalión moderno.

La tercera acepción, se aplica a un sujeto que habiendo delin­quido, decide hallar el equilibrio ético y moral que le permita, desde una mutación interior sincera, lograr la propia felicidad. Los personajes, cuyas vidas enlazadas se entrecruzan, aprende­rán a mirar con otros ojos a la sociedad, al quehacer cotidiano, y en suma, a un mundo diferente, cada uno desde su misma ex­periencia. METAMORFOSIS, es un relato ambicioso en el que numerosos sujetos aparecen retratados, y sus vidas, mezcladas, y a veces opuestas, van a marcar el destino de cada uno, según sus propias decisiones.


Actualmente en que la novela suele ser, a veces, de un realismo demasiado crudo, la poética alegoría que se reproduce, es lugar propicio para quienes deseen hallar en la lectura un poco de en­sueño, placer y fantasía.

viernes, 22 de enero de 2016

España se rompe, ¿por dónde?



El presidente de Estados Unidos, Barak Obama, ha pronunciado su último discurso sobre el Estado de la Unión y en él ha admitido que la llamada 'era del rencor' es el mayor fracaso de su mandato e invita a rechazar esa retórica hostil.

Leo esto y me siento llamada a levantar la cabeza, no es sólo en Estados Unidos, en España, entre otros muchos lugares, pareciera que el rencor está ganando terreno en redes sociales, familias, lugares de trabajo, medios de comunicación o grupos de amigos. 

Es imposible construir un país desde la desconfianza, dice Obama. Desde la creencia que el otro actúa con malicia o que está fuera de la realidad pareciera que única e inquebrantable. Yo no sé ustedes, pero yo vivo con enorme tristeza y preocupación el lenguaje tajante, y podría decir que agresivo, que he sentido y al que me he llegado a sumar casi sin capacidad de abrazar mis entrañas al ser preguntada por mi opinión por el momento social y político que estamos viviendo en España.

Escuchar a las entrañas es bueno, saber identificar nuestros miedos es sano, pero arrojar entrañas o miedos contra el otro es sin duda fracturar la sociedad en la que vivimos y construimos. España se rompe rezan los titulares, y yo me pregunto, ¿por dónde?

Desde la pasada semana tenemos un nuevo Congreso constituido, nuevas caras, colores y mucha mayor diversidad se sientan ahora en la llamada Casa del Pueblo. Les pedimos a nuestros representantes políticos que dialoguen, que aprendan a pactar y a dialogar, pero a los pocos minutos de abrirse las Cortes las redes sociales arden en un lenguaje agresivo.
  

El Papa Francisco invita a los cristianos una y otra vez al diálogo, la ciudadanía pide pactos a los políticos, y las familias deberíamos ser lugar de perdón y reconciliación. Antes de venirme por Navidad uno de mis hermanos y yo con pensamientos políticos distintos llegamos a un primer pacto. Nos intercambiaríamos artículos que creamos ayudan a ampliar y enriquecer la mirada del otro, conscientes de que sólo un nosotros es posible. 

Pastoral s.j.

miércoles, 20 de enero de 2016

Papa Francisco y la Familia: El Bautismo ¡no es una formalidad!


“No es lo mismo un niño o una persona bautizada que alguien que no lo está”: -muy claro-.
Este sacramento, junto a la Eucaristía y la Confirmación, forman la llamada “Iniciación cristiana”. El Bautismo se constituye como un único y gran evento sacramental que nos configura al Señor, y hace de nosotros un signo vivo de su presencia y de su amor.
Puede nacer en nosotros una pregunta: ¿pero, de verdad,  es necesario el Bautismo para vivir como cristianos y seguir a Jesús? ¿No es en el fondo un simple rito, un acto formal de la Iglesia, para dar el nombre al niño o a la niña? Muchos se hacen esta pregunta ¿no es así?
Es iluminador lo que escribe San Pablo: “¿No saben que quienes hemos sido bautizados en Cristo Jesús hemos sido bautizados en su muerte? Por medio del Bautismo, entonces, hemos sido sepultados junto a Él en la muerte para que, como Cristo fue resucitado entre los muertos por medio de la gloria del Padre, así también nosotros podamos caminar en una vida nueva” (Rm 6,3-4). Por lo tanto ¡no es una formalidad! Es un acto que toca en profundidad nuestra existencia. No es lo mismo, un niño bautizado o un niño no bautizado: no, no es lo mismo.
Nosotros, con el Bautismo, somos sumergidos en aquella fuente inagotable de vida que es la muerte de Jesús, el más grande acto de amor de toda la historia; y gracias a este amor, podemos vivir una vida nueva, no más a la merced del mal, del pecado y de la muerte, sino en la comunión con Dios y con los hermanos.
Por eso qué importante es recordar la fecha del propio bautismo y, si no se sabe, hy que averiguarla: hoy, en casa, busquen, pregunten la fecha del Bautismo y así sabrán cuál ha sido el día tan bello del Bautismo. ¿Lo harán? …¿eh?... ¡Eh, sí! Porque es conocer una fecha feliz, aquella de nuestro Bautismo. El riesgo de no saberlo es perder la memoria de aquello que el Señor ha hecho en nosotros, la memoria del don que hemos recibido.
Así terminamos por considerarlo no como un evento que ha sucedido en el pasado – y ni siquiera por voluntad nuestra, sino de nuestros padres – y por lo tanto, no tiene más ninguna incidencia en el presente. Así que debemos despertar la memoria de nuestro Bautismo: despertar la memoria del Bautismo. Estamos llamados a vivir nuestro Bautismo cada día, como realidad actual en nuestra existencia.
Así logramos seguir a Jesús y quedarnos en la Iglesia, aún con nuestros límites, con nuestras fragilidades y nuestros pecados: es justamente por el Sacramento en el cual nos hemos transformado en nuevas criaturas y hemos sido revestidos de Cristo. Es por la fuerza del Bautismo, de hecho que, liberados del pecado original, somos injertados en la relación de Jesús con Dios Padre; que somos portadores de una esperanza nueva, porque el Bautismo nos da esta esperanza nueva: la esperanza de andar en la vía de la salvación, toda la vida.
Nada ni nadie puede apagar esta esperanza, y esta esperanza no defrauda. Recuerden: esto es verdad. La esperanza del Señor no defrauda nunca. Gracias al Bautismo somos capaces de perdonar y de amar también a quien nos ofende y nos hace mal; logramos reconocer, en los últimos y en los pobres, el rostro del Señor que nos visita y se hace cercano. Y esto, el Bautismo, nos ayuda a reconocer en el rostro de las personas necesitadas, en los sufrientes, también de nuestro prójimo, el rostro de Jesús. Es gracias a esta fuerza del Bautismo.
¡Nadie puede bautizarse a sí mismo! Nadie. Podemos pedirlo, desearlo, pero tenemos siempre necesidad de alguien que nos confiera este Sacramento, en el nombre del Señor. Porque el Bautismo es un don que es otorgado en un contexto de solicitud y comunión fraternal.
Para concluir, pidamos de corazón al Señor que podamos experimentar siempre, más, en la vida de cada día, esta gracia que hemos recibido con el Bautismo. Encontrándonos, nuestros hermanos puedan encontrar unos verdaderos hijos de Dios, verdaderos hermanos y hermanas de Jesucristo, verdaderos miembros de la Iglesia. Y no se olviden la tarea de hoy ¿eh?, que era: ¡buscar, preguntar la fecha de mi Bautismo! Y, como yo sé mi fecha de nacimiento, así también debo conocer la fecha de mi Bautismo, porque es un día de fiesta. Gracias.

                                                                                              Fernando

lunes, 18 de enero de 2016

Habilidad para hacer el mal

La habilidad para hacer el mal no es sabiduría. Es, como mucho, inteligencia mal empleada. La inteligencia sin bondad, sin valores, puede ser muy perversa. Será más in­teligente, en el sentido de más sabio, preferir pasar por estúpido.

domingo, 17 de enero de 2016

Lenguaje de gestos

El evangelista Juan no dice que Jesús hizo «milagros» o «prodigios». Él los llama «signos» porque son gestos que apuntan hacia algo más profundo de lo que pueden ver nuestros ojos. En concreto, los signos que Jesús realiza, orientan hacia su persona y nos descubren su fuerza salvadora.
Lo sucedido en Caná de Galilea es el comienzo de todos los signos. El prototipo de los que Jesús irá llevando a cabo a lo largo de su vida. En esa «transformación del agua en vino» se nos propone la clave para captar el tipo de transformación salvadora que opera Jesús y el que, en su nombre, han de ofrecer sus seguidores.
Todo ocurre en el marco de una boda, la fiesta humana por excelencia, el símbolo más expresivo del amor, la mejor imagen de la tradición bíblica para evocar la comunión definitiva de Dios con el ser humano. La salvación de Jesucristo ha de ser vivida y ofrecida por sus seguidores como una fiesta que da plenitud a las fiestas humanascuando estas quedan vacías, «sin vino» y sin capacidad de llenar nuestro deseo de felicidad total.
El relato sugiere algo más. El agua solo puede ser saboreada como vino cuando, siguiendo las palabras de Jesús, es «sacada» de seis grandes tinajas de piedra, utilizadas por los judíos para sus purificaciones. La religión de la ley escrita en tablas de piedra está exhausta; no hay agua capaz de purificar al ser humano. Esa religión ha de ser liberada por el amor y la vida que comunica Jesús.
No se puede evangelizar de cualquier manera. Para comunicar la fuerza transformadora de Jesús no bastan las palabras, son necesarios los gestos. Evangelizar no es solo hablar, predicar o enseñar; menos aún, juzgar, amenazar o condenar. Es necesario actualizar, con fidelidad creativa, los signos que Jesús hacía para introducir la alegría de Dios haciendo más dichosa la vida dura de aquellos campesinos.
A muchos contemporáneos la palabra de la Iglesia los deja indiferentes. Nuestras celebraciones los aburren. Necesitan conocer más signos cercanos y amistosos por parte de la Iglesia para descubrir en los cristianos la capacidad de Jesús para aliviar el sufrimiento y la dureza de la vida.
¿Quién querrá escuchar hoy lo que ya no se presenta como noticia gozosa, especialmente si se hace invocando el evangelio con tono autoritario y amenazador? Jesucristo es esperado por muchos como una fuerza y un estímulo para existir, y un camino para vivir de manera más sensata y gozosa. Si solo conocen una «religión aguada» y no pueden saborear algo de la alegría festiva que Jesús contagiaba, muchos seguirán alejándose.

sábado, 16 de enero de 2016

Entonces la felici­dad pudo alcanzarlo.

Erase una vez un hombre que corría y corría por la vida... La vida era corta, y él necesitaba correr mucho para gozar mucho y ser feliz. Y cuánto más corría, tanto más necesita­ba correr. Cada vez descubría más lugares que visitar.
 Ne­cesitaba encontrarlo todo y gozar de todo. Hasta que un día, cansado de tanto correr, se detuvo.
Entonces la felici­dad pudo alcanzarlo.

viernes, 15 de enero de 2016

¡Dejarse sorprender!

¡Dejarse sorprender! Hay personas que se despiertan can­sadas. Otras, peor aún, se despiertan como si ya lo hubie­ran visto, vivido y agotado todo. Pero la vida está llena de sorpresas, y no todas pueden ser malas. Incluso tal persona que ya conozco o tal situación que parece repetida nunca son iguales. Hay que tener, eso sí, ojos capaces de percibir la novedad y la sorpresa del mundo, lo cual depende de que tengamos o no un corazón puro y humilde.

jueves, 14 de enero de 2016

Papa Francisco y la Familia: Ante el Bautismo


El Bautismo constituye la entrada al Pueblo de Dios, que hace discípulo y misionero a quien lo recibe, y tiene el encargado de llevar la fe por el mundo.

            Así como de generación en generación se transmite la vida, del mismo modo también de generación en generación, a través del renacimiento por el sacramento del Bautismo, se transmite la gracia, y, con esta gracia, el Pueblo cristiano camina en el tiempo, como un río que irriga la tierra y difunde en el mundo la bendición de Dios.

En virtud del Bautismo nosotros nos transformamos en discípulos misioneros, y estamos llamados a llevar el Evangelio en el mundo. Cada bautizado, cualquiera sea su función en la Iglesia y el grado de instrucción de su fe, es un sujeto activo de evangelización. La nueva evangelización debe implicar un nuevo protagonismo de todos, de todo el Pueblo de Dios, un nuevo protagonismo de los bautizados, de cada uno de los bautizados.

El Pueblo de Dios es un Pueblo discípulo, porque recibe la fe, y misionero, porque transmite la fe. Esto lo hace el Bautismo en nosotros: hace recibir la gracia. Y esta fe recibida, hay que transmitirla. Todos en la Iglesia somos discípulos y lo somos siempre, por toda la vida; y, todos somos misioneros, cada uno en el puesto que el Señor le ha asignado.

Todos: el más pequeño es también misionero y aquel que parece más grande es discípulo. Pero algunos de ustedes dirán: ‘Padre, los obispos no son discípulos, los obispos saben todo. El Papa sabe todo, no es discípulo’. Eh, también los obispos y el Papa deben ser discípulos, porque si no son discípulos, no hacen el bien, no pueden ser misioneros, no pueden transmitir la fe ¿Han entendido esto? Es importante, ¿eh? Todos nosotros: ¡discípulos y misioneros!”

Nadie se salva solo. Esto es importante. Somos comunidad de creyentes, y en esta comunidad experimentamos la belleza de compartir la experiencia de un amor que nos precede a todos, pero que al mismo tiempo nos pide que seamos ‘canales’ de la gracia los unos para los otros, no obstante nuestros límites y nuestros pecados.

El Santo Padre concluyó su catequesis con la historia de la comunidad cristiana en Japón, que fue duramente perseguida a comienzos del siglo XVII:  Fueron numerosos los mártires, los miembros del clero fueron expulsados y millares de fieles fueron asesinados. No quedó en Japón ningún sacerdote, todos fueron expulsados. Entonces la comunidad se retiró a la clandestinidad, conservando la fe y la oración en el ocultamiento.

Y cuando nacía un niño, el papá o la mamá lo bautizaban, porque todos los fieles pueden bautizar en circunstancias particulares. Cuando después de aproximadamente dos siglos y medio –250 años después– los misioneros volvieron a Japón, millares de cristianos salieron a la luz, y la Iglesia pudo reflorecer. ¡Habían sobrevivido con la gracia de su Bautismo! Qué grande es esto, ¿no?

El Pueblo de Dios transmite la fe, bautiza a sus hijos y va adelante.

Esta comunidad había mantenido, bien en secreto, un fuerte espíritu comunitario, porque el Bautismo los había hecho y transformado en un sólo cuerpo en Cristo: estaban aislados y escondidos, pero eran siempre miembros de la Iglesia. ¡Podemos aprender tanto de esta historia!... ¡Gracias!


                                                                                  Fernando

martes, 12 de enero de 2016

Echa las redes


Desde que Tú te fuiste
no hemos pescado nada.
Llevamos veinte siglos
echando inútilmente
las redes de la vida,
y entre sus mallas
sólo pescamos el vacío.
Vamos quemando horas
y el alma sigue seca.
Nos hemos vuelto estériles
lo mismo que una tierra
cubierta de cemento.
¿Estaremos ya muertos?
¿Desde hace cuántos años no nos hemos reído?
¿Quién recuerda la última vez que amamos?

Y una tarde Tú vuelves y nos dices:
«Echa la red a tu derecha,
atrévete de nuevo a confiar,
abre tu alma,
saca del viejo cofre
las nuevas ilusiones,
dale cuerda al corazón,
levántate y camina».
Y lo hacemos sólo por darte gusto.
Y, de repente, nuestras redes rebosan alegría,
nos resucita el gozo
y es tanto el peso de amor
que recogemos
que la red se nos rompe cargada
de ciento cincuenta esperanzas.
¡Ah, Tú, fecundador de almas: llégate a nuestra orilla,
camina sobre el agua
de nuestra indiferencia,
devuélvenos, Señor, a tu alegría
  • José Luis Martín Descalzo

lunes, 11 de enero de 2016

Dale lo mejor de ti

Dale lo mejor de ti. Aunque nadie lo perciba tú sí sabrás que lo has hecho. Y te quedará una paz que nada ni nadie te podrá arrebatar.
Lo comprenderás mejor desde la poesía profunda de Rabindranath Tagore:
Madre, el joven Príncipe pasará por aquí. Dime cómo he de peinarme y qué vestidos debo ponerme.
¿Por qué me miras tan asombrada, madre?
Sé muy bien que él no mirará mi ventana, que desaparecerá en un abrir y cerrar de ojos, y que sólo los sollozos de su flauta lejana llegarán a morir hasta mi oído.
Pero el joven Príncipe pasará por aquí, y para esta ocasión quiero ponerme lo mejor que tengo.
Madre, el joven Príncipe ha pasado por aquí y el sol de la mañana brillaba en su carroza.
Me quité el velo, me arranqué el collar de rubíes y lo eché a sus pies.
¿Por qué me miras tan asombrada, madre?
Sé muy bien que no recogió mi collar: sé que mi collar fue aplastado por las ruedas de su carroza, dejando una mancha roja en el polvo; nadie supo cuál era mi regalo ni a quién iba destinado.
Pero el joven Príncipe ha pasado por aquí y he ofrecido a su paso el tesoro de mi corazón.
Alejandro Córdoba

domingo, 10 de enero de 2016

Nueva epiritualidad

«Espiritualidad» es una palabra desafortunada. Para muchos solo puede significar algo inútil, alejado de la vida real. ¿Para qué puede servir? Lo que interesa es lo concreto y práctico, lo material, no lo espiritual.
Sin embargo, el «espíritu» de una persona es algo valorado en la sociedad moderna, pues indica lo más hondo y decisivo de su vida: la pasión que la anima, su inspiración última, lo que contagia a los demás, lo que esa persona va poniendo en el mundo.
El espíritu alienta nuestros proyectos y compromisos, configura nuestro horizonte de valores y nuestra esperanza. Según sea nuestro espíritu, así será nuestra espiritualidad. Y así será también nuestra religión y nuestra vida entera.
Los textos que nos han dejado los primeros cristianos nos muestran que viven su fe en Jesucristo como un fuerte «movimiento espiritual». Se sienten habitados por el Espíritu de Jesús. Solo es cristiano quien ha sido bautizado con ese Espíritu. «El que no tiene el Espíritu de Cristo no le pertenece». Animados por ese Espíritu, lo viven todo de manera nueva.
Lo primero que cambia radicalmente es su experiencia de Dios. No viven ya con «espíritu de esclavos», agobiados por el miedo a Dios, sino con «espíritu de hijos» que se sienten amados de manera incondicional y sin límites por un Padre. El Espíritu de Jesús les hace gritar en el fondo de su corazón: ¡Abbá, Padre! Esta experiencia es lo primero que todos deberían encontrar en las comunidades de Jesús.
Cambia también su manera de vivir la religión. Ya no se sienten «prisioneros de la ley», las normas y los preceptos, sino liberados por el amor. Ahora conocen lo que es vivir con «un espíritu nuevo», escuchando la llamada del amor y no con «la letra vieja», ocupados en cumplir obligaciones religiosas. Este es el clima que entre todos hemos de cuidar y promover en las comunidades cristianas, si queremos vivir como Jesús.
Descubren también el verdadero contenido del culto a Dios. Lo que agrada al Padre no son los ritos vacíos de amor, sino que vivamos «en espíritu y en verdad». Esa vida vivida con el espíritu de Jesús y la verdad de su evangelio es para los cristianos su auténtico «culto espiritual».
No hemos de olvidar lo que Pablo de Tarso decía a sus comunidades: «No apaguéis el Espíritu». Una iglesia apagada, vacía del espíritu de Cristo, no puede vivir ni comunicar su verdadera Novedad. No puede saborear ni contagiar su Buena Noticia. Cuidar la espiritualidad cristiana es reavivar nuestra religión.
José Antonio Pagola
Bautismo del Señor - C
(Lucas 3,15-16.21.22)
10 de enero 2016