lunes, 2 de mayo de 2016

“MISIÓN del matrimonio y la familia, hoy” (I)


    Opciones pastorales y desafíos, por el P. Mata
                Empezamos por imaginarnos una escena de un matrimonio en medio de unas olas, ya que
hoy, el matrimonio está navegando en medio de un oleaje bastante fuerte, que lo sacude por todos los lados…  Ante lo cual, nos preguntamos: ¿Qué opciones y líneas de Pastoral Matrimonial son necesarias, hoy? 
                Aquí, no consideramos al matrimonio como una opción para los no-perfectos, … para los que no les queda otra opción en su vida,… para los que no pueden superar la “concupiscencia” que se decía antes, … y por eso se casan. No se trata de esa situación: nada que ver.
                Vamos a hablar de la misión del matrimonio, en primer lugar, como manifestación, como anuncio, como imagen. Es que es muy importante la imagen, porque, para el que nos ve, no ve simplemente un matrimonio, ve algo más: lo que manifestamos. Y ¿qué es lo que manifestamos, pues, en el matrimonio, en la familia, hoy?  :

                1ª.- Manifestamos  la necesidad del otro, u, hospitalidad, esto es, ser hospitalarios, ya que  estamos en una sociedad tremendamente individualista, donde cada uno va a lo suyo, donde el  modelo es el individuo autosuficiente, muy capacitado pero que va a su bola, y al final, le importa un pimiento lo que pase a los demás. Hoy, el interés por acoger a los demás está  en tanto me sirve o no, por ejemplo, los emigrantes ¿por qué los acogemos? Es que necesitamos una fuerza de trabajo ; y, si…¿no los necesitamos? Pues…¡allá ellos!  Como opción económica, está muy bien, pero como opción cristiana, es francamente discutible.
                Es muy importante que el modelo de acogida, de hospitalidad cristiana, se extienda en la sociedad, y esa es tarea del matrimonio; pero, ¿en qué  sentido hablamos aquí de acoger al otro?
Optar por compartir la vida con alguien, quiere decir, que yo necesito del otro, que no voy por libre, que mi vida necesita construirse junto a la de otra persona. Entonces ¿por qué no funcionan algunas comunidades? Porque, en el fondo, pensamos que no necesitamos de otro. Crear comunidad se da en dos gestos: ser servidor, y, ser generador de comunidad.
 La hospitalidad empieza, pues, por sentir la necesidad del otro.
En el matrimonio, hay una función esencial: “acoger a los hijos”: vosotros elegís tener hijos, pero no elegís a los hijos que vais a tener:  lo que os venga, lo acogéis. Y muchas veces, ese acoger, no es, a lo mejor, lo que os viene, porque nos gustaría acoger a un hijo muy creyente, y sin embargo, a ellos también hay que acogerlos, en su diferencia, en su particularidad. Esa paternidad/maternidad es un símbolo de lo que es la hospitalidad sin condiciones, que es, la mayor manifestación que podemos hacer hoy, desde la experiencia de matrimonio y de familia.

                2ª.-Enseñar a tratar a cada uno, como es, también llamada  equidad. La equidad es, a veces, mal entendida, porque solemos confundirla con la justicia. Justicia es dar a cada uno lo que se debe; en tanto que equidad es reconocer a cada uno como único, es decir, respetar al otro en su diferencia, en su esencialidad, en su ser.
                Cada uno es único, y así lo acojo, porque es único a los ojos de Dios, porque es criatura de Dios; esto, primero se aprende a vivir en la familia, y después, podemos vivirlo en la sociedad; si no, es muy difícil.

3ª.- Es hacer que las diferencias tengan elementos  de comunión del matrimonio en la familia.
                El ser diferente, el ser cada uno como es, … no nos da derecho a ser cada uno como nos dé la gana, no nos da derecho a permitir todo. En la Biblia se nos habla de “alianza” como ámbito de encuentro y  unión.
                Nosotros en la experiencia familiar matrimonial, lo que hacemos es construir una alianza, que es la integración de personas distintas, pero que son capaces de construir algo juntos; mucho más importante en la familia es que, lo que hacemos, lo hagamos juntos: esto es un canto a una integración que cada vez se va haciendo más extraña, porque a los distintos, casi instintivamente los apartamos.
               
4ª.-Está también la misión de carácter profético:  la Iglesia doméstica vive en pequeño lo que Dios sueña y quiere para toda la humanidad: y esto es vivir el matrimonio como profecía.  Sabemos que el profeta es persona de esperanza: familia profética, es familia que vive en esperanza, que confía por tanto en las posibilidades del ser humano, de la realidad. El profeta es aquel que es capaz de abrir caminos, cuando todos ven dilemas imposibles. Y ¿cómo se hace? Pues, siendo capaces de integrar donde nadie integra, y siendo capaces de acoger donde nadie acoge.

                De todo esto,  derivan unas OPCIONES PASTORALES, de las que el matrimonio es agente.
Porque  en la Nueva Evangelización, los evangelizadores, no somos los profesionales del gremio; ahora los protagonistas somos todos los cristianos, y, los casados, como testigos del matrimonio, sois vosotros los que sabéis la verdad del matrimonio.
                Esto supone, vivir una serie de caminos de acción transformadora en medio de unos desafíos. Y en ese camino, se impone hacer una alianza transformadora de la realidad que vosotros ya vivís, y que ya hacéis. Y tomar unas opciones prioritarias

                1ª .- Habrá que tomar una opción del sacramento del matrimonio inclusiva y no-excluyente: esto es, por nuestra formación, nosotros decimos que el único matrimonio válido para un cristiano es el matrimonio canónico. Entonces … ¿los demás matrimonios no valen? No lo decimos, porque Dios no nos pertenece sólo a los cristianos. Así que: dos personas, que, con sus limitaciones, incluso no-creyentes, deciden construir su vida juntos, también reciben el don de Dios, no quizás como lo podemos vivir nosotros, pero también lo tienen.
                Urge pues, una mayor acogida y respeto, hacia otras opciones de matrimonio, por ejemplo, el matrimonio civil, ¿por qué no? Recordemos que la gente se casaba,  mucho antes de que el matrimonio fuera sacramento. De hecho, los primeros cristianos se casaban civilmente, después iban al presbítero a que los bendijera. Aún no había matrimonio canónico: la sacramentalidad del matrimonio es muy tardía, y es el último sacramento que se descubre como tal sacramento.
                Por eso hablamos de una acogida: nadie estamos diciendo que todo sea igual. Y además, tenemos una conciencia que nos exige que participemos y lo celebremos como parte de la Iglesia que somos.
                No se puede equiparar el que dos personas que se casan civilmente, con aquellos que simplemente conviven: sí, a ambos habrá que respetarlos; porque, a lo mejor,  esas personas esperan algo de nosotros, cuando nos acerquemos a esas realidades, y su aceptación a la Iglesia puede depender de cómo nos acerquemos a ellos.

                2ª.- Opción por un matrimonio vivido en proceso: la Pastoral Familiar y Matrimonial ha de abarcar todo el proceso de la vida. Al matrimonio hay que empezar a prepararlo desde la Primera Comunión, sentando las bases de lo que conduce a esa opción de vida, desde los primeros momentos. No puede estar ausente la opción matrimonial, de la catequesis o de la Pastoral, hasta un mes antes de que vayan a casarse, porque, entonces sólo puedes darles unas pildoritas o poco más. Esto está sometiéndose a revisión: ¡es nuestra esperanza!.
                Esa opción de un matrimonio, vivida en proceso, supone que hay que marcar pautas, marcar etapas, y eso supone que haya personas que sean capaces de acompañar en esos procesos.

                .- Opción  por un matrimonio cristiano de realidad evangélica, y vivido como consagración. Sabemos ya que el matrimonio es llamada de Dios, y por tanto, es un horizonte de pastoral vocacional.  Así que esta Pastoral matrimonial tiene que atender al matrimonio como vocación, si quieres que los matrimonios  vivan como opción evangélica ¡claro!


                4ª.- Opción por un matrimonio cristiano ya que ese es su carisma por la gracia recibida, que él ha de transmitir. No hay gracia que uno reciba, que le pertenezca exclusivamente: la recibe para transmitirla a otros. Por eso, el amor que une a la familia debe llegar a otras personas, a otros ambientes, y debe hacerse eficaz en la misión. Un matrimonio o familia que no es misionera, casa casi pierde el apellido de cristiana. Cada Iglesia doméstica descubre e irradia su carisma, según las circunstancias, y de cómo está constituida esa familia, … ¡hay tarea!                                                                    (continuará)      Fernando

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