domingo, 23 de diciembre de 2012

San Nicolás viene de España


Sinterklaas (San Nicolás) es la palabra mágica por excelencia para los niños holandeses. El santo patrón de Rusia, Grecia y Turquía, entre otros muchos territorios, es también el que se encarga de repartir regalos en los hogares de los Países Bajos. La festividad que se conmemora hoy está escrita en letras de oro en los calendarios neerlandeses porque San Nicolás desempeña allí un papel equivalente al de los Reyes Magos entre nosotros. Eso significa que miles de chavales y no tan chavales habrán saltado esta mañana de sus camas propulsados por el motor de la ilusión para revisar el contenido de sus zapatos y ver si sus sueños se han hecho realidad.
La Navidad, como se ve, llega temprano a los Países Bajos. La tradición manda que el santo desembarque el primer sábado después de la celebración de San Martín (11 de noviembre). Este año llegó el pasado día 17 al puerto de Roermond, en el sur de Holanda, y desde entonces ha recorrido buena parte del país. La llegada es todo un acontecimiento que congrega a decenas de miles de entusiastas seguidores, sobre todo niños, y que es retransmitido en directo por todas las televisiones. Este año fueron más de 50.000 los que se acercaron a Roermond a presenciar en vivo la comitiva fluvial.
A diferencia de Santa Claus, que es el reflejo de San Nicolás dibujado por los descendientes de los neerlandeses que emigraron al otro lado del Atlántico, el santo que se venera en los Países Bajos no viaja en un trineo guiado por renos sino en un barco de vapor. Otra cosa que les distingue es que su cuartel general no está en el Polo Norte sino en España, que es a donde regresa cuando la tarea de distribuir regalos toca a su fin. Sobre ese último extremo pueden encontrarse explicaciones para todos los gustos. Cabe apelar a la herencia de los ochenta años de dominación hispana (1568 a 1648) aunque el recuerdo que ha quedado de aquella época de sangre y guerras no cuadra mucho con el espíritu navideño. En algunos lugares aún pervive la siniestra amenaza -«que viene el Duque de Alba»- a la que recurrían muchas madres holandesas para mantener a raya a sus hijos. Otra de las advertencias era la de que si no se portaban bien San Nicolás se los llevaría con él a España.
Hay quien piensa que el vínculo entre San Nicolás y España se forjó cuando Bari, la ciudad italiana en la que reposan los restos del santo, formaba parte del Reino de Nápoles y pertenecía por tanto a la Corona hispana.
Ya dejó escrito Julio Caro Baroja que el mito «no busca la causa de la cosa en sí» sino que se limita a ser «un relato que satisface al que lo crea y a gran parte de los que lo oyen», así que mejor no dar más vueltas sobre el origen de la leyenda de San Nicolás. Vale la pena mencionar que los predicadores calvinistas intentaron eliminar la festividad del calendario por sus obvias concomitancias con la religión de los invasores pero tuvieron que darse por vencidos al comprobar el profundo arraigo que tenía entre la población.
Como los niños españoles, los holandeses escriben cartas detallando su lista de preferencias y las envían por correo a San Nicolás o se las entregan en propia mano en alguno de los muchos desfiles que protagoniza. Al igual que los Reyes, el santo tiene una comitiva formada por varios sirvientes. Antes de la II Guerra Mundial solo había un paje, Pedrito el Negro (Zwarte Piet en neerlandés). Sin embargo, tras la contienda San Nicolás se acostumbró a un séquito mayor gracias al poco apego a la tradición de los soldados canadienses que liberaron al país de los nazis. Fueron ellos los que organizaron los primeros desfiles durante la posguerra y los que decidieron que la comitiva resultaría más vistosa si el solitario Zwarte Piet multiplicaba su presencia.
Los pajes, todos teñidos de negro, se encargan de repartir unos dulces muy característicos -pepernoten- que hacen las veces de los caramelos en los desfiles de los Magos. En algunas zonas de Bélgica, donde se mantiene también la tradición, el propio San Nicolás reparte naranjas y mandarinas como recordatorio del lugar donde tiene fijada su residencia. Según la tradición, el santo volverá a embarcar hoy hacia España. Le esperan días de mucho ajetreo.

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