miércoles, 10 de abril de 2013

Alimento para la esperanza


La pasividad de los escépticos y pusilánimes es tremendamente perniciosa. De forma voluntaria o involuntaria, pasiva o activa, nos contagian su pesimismo y nos arrastran a la inactividad; al “nada se puede hacer”; al “no hay más cera que la que arde”; al “por mucho que te empeñes todo seguirá igual”.
Dice Álvaro Cunqueiro que: "El ave canta, aunque la rama cruja, porque conoce la fuerza de sus alas”.
Y, digo yo, ¿Por qué no ponemos en valor nuestras fuerzas y nos dotamos de argumentos contra el escepticismo reinante?
Te propongo una reflexión sobre 4 velas:
La primera dijo:
- ¡YO SOY LA PAZ! pero las personas no consiguen mantenerme. Creo que me voy a apagar. Y, reduciendo la intensidad de su fuego se acabó apagando.
Dijo la segunda:
- ¡YO SOY LA FE! Lamentablemente a los hombres les parezco superflua y no quieren saber nada de mí. No tiene sentido permanecer encendida. Cuando terminó de hablar, una brisa pasó suavemente sobre ella y se apagó.
Rápida y triste la tercera vela se manifestó:
- ¡YO SOY EL AMOR! No tengo fuerzas para seguir encendida. Las personas me dejan a un lado y no comprenden mi importancia. Se olvidan hasta de aquellos que están muy cerca y les aman. Y, sin esperar más, se apagó.
De repente entró un niño y vio las tres velas apagadas. Pero, ¿qué es esto? Deberíais estar encendidas hasta el final. Y comenzó a llorar.
Entonces, la cuarta vela habló:
- No tengas miedo, mientras yo tenga fuego, podremos encender las demás velas.
YO SOY ¡LA ESPERANZA!
Con los ojos brillantes el niño agarró la vela que todavía ardía y encendió las demás.
MORALEJA
¡Aplícate el cuento!
No dejes que la esperanza se apague nunca dentro de ti. Y no esperes a que te la regalen. Búscala, aliméntala, compártela, aplícala, regálala.
Alejandro Córdoba

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