¿Has probado a conocer lo que hay detrás del Padre Nuestro? Rezarlo, sentirlo y vivirlo es todo un privilegio. Es un desafío,una utopía. Yo así lo percibo.
Llamar a Dios “padre” es un atrevimiento, un honor, una responsabilidad.
No considerarlo “Padre mío” sino “Padre nuestro” implica salir de nuestro individualismo y abrirnos a los demás. A todos los hombres, creyentes y no creyentes.
Pedimos que el nombre de Dios sea santificado. Que se realice su voluntad. Que sea reconocido y se le reconozca su protagonismo aquí en la tierra y en nuestra vida.
Que su nombre no se tome en vano. Que no se justifique, en su nombre, la injusticia, el egoísmo y la exclusión.
Que su Reino llegue a nosotros y se haga efectivo. Que irrumpa en nuestra vida, derribe la angustia existencial y dé sentido a nuestra existencia.
Con los ojos puestos en la vida cotidiana pedimos el sustento para la misma. Tener lo necesario para vivir, material y espiritualmente. El pan compartido, alimento de nuestra fe.
Al pedir perdón por nuestras faltas, nuestras ofensas y nuestras omisiones reconocemos la importancia de las relaciones humanas. Desde la aceptación de su fragilidad pedimos perdón, y nos comprometemos a perdonar. Apostamos por la reconciliación. Por una nueva manera de relacionarse, basada en el perdón. Un perdón de todos para todos.
La vida no es fácil para nadie. Todos tenemos limitaciones, problemas y debilidades. Días sin sentido y noches oscuras. No es fácil hacer algo más que sobrevivir, frente a muchas circunstancias. Ante la tentación de tirar la toalla y seguir nuestro propio camino pedimos coraje y perseverancia.
El privilegio de ser creyente consiste en que ayuda a tener una interioridad muy viva y a estar bien anclados. Y el Padrenuestro se convierte en un oasis donde recobrar fuerzas.
Alejandro Córdoba
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