Tú eres un grito de fe porque crees en el hombre.
Un pregón de esperanza porque siembras lo que otros cosechan.
Un testimonio de amor porque mueres un poco cada día, para que otros vivan plenamente.
No dejes de sembrar con coraje en el surco del corazón humano.
Y volverás a ser pan de muchas mesas para vivir cuando ya no vivas.
Educador:
El camino es largo y la tarea es dura, pero no te desalientes, porque el que confió en tu debilidad, te llamó para la siembra y ahora te acompaña entre los surcos.
En el ocaso de la jornada, cuando tu silencio fatigado se quede recordando muchos rostros, escucharás su voz que te repite:
“lo que hiciste con uno de estos mis pequeños, a mi me lo hiciste...”
...Y en el apacible atardecer de la larga jornada de tu vida, llenará tu alma la alegría de una misión cumplida.
Tu ocaso se iluminará con la luz de muchos amaneceres porque tus recuerdos se harán proyectos en los que ayer fueron tus alumnos.
Tu voz apagada seguirá hablando en los que te oyeron; tus pies fatigados proseguirán en otros el camino; tus manos quietas y rugosas, continuarán en otras la siembra comenzada; y en muchos corazones nuevos arderá rejuvenecida la llama del amor que tú encendiste.
Y entonces, cuando ya no esperes, te ofrecerán un fruto muy sabroso, que madura lentamente y se llama... gratitud.
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