No es lo mismo ser un buen profesional que un profesional bueno. Todas las empresas buscan buenos profesionales, pero no en todas las empresas se puede actuar como un profesional bueno.
El buen profesional es alguien que domina los conocimientos técnicos, sabe aplicarlos y logra los objetivos perseguidos.
El profesional bueno sabe que no todo vale para alcanzar los objetivos. Tiene la sabiduría moral requerida para tener en cuenta el impacto de su actuación, las metas perseguidas y el procedimiento para llegar hasta ellas.
Hace ya 25 siglos que dijo Aristóteles “en el arte de elaborar los venenos tan experto es el que los utiliza para matar como el que los utiliza para sanar”.
El que los utiliza para matar es un profesional malo y el que los utiliza para sanar es un profesional bueno. Pero técnicamente tan experto es uno como otro, lo que hace a ambos buenos profesionales.
Para “ser” un buen profesional y un profesional bueno hay que conocer las metas a alcanzar, querer alcanzarlas y saber cómo hacerlo. Sabe ser diestro en el arte de las técnicas, sabio en el arte de las metas y prudente en los procedimientos.
Para “actuar” como un buen profesional y un profesional bueno debe trasladar ese su “ser” a sus valores, actitudes y decisiones. Para ello hace falta una cultura de empresa que lo propicie. Porque hay culturas de empresa que destruyen a las personas y otras que promueven el desarrollo personal.
La cultura de empresa requerida es aquella que compatibiliza la obtención de unos buenos indicadores económicos con tres principios esenciales: el cumplimiento de las leyes, la transparencia y la integridad.
Una empresa responsable es aquella que, antes de repartir unas migajas de sus beneficios en proyectos que tilda de “responsables” pero que pueden ser un “lavado de imagen”, da a cada uno de sus interlocutores lo que en justicia le corresponde. La que es impecable en el cumplimiento de las leyes.
El ocultismo es, con frecuencia, el caldo de cultivo de comportamientos poco éticos y sostenibles. De ahí que la transparencia sea fundamental.
La integridad genera confianza. La confianza es fianza recíproca: me fío de él y me fío de que él se fía de mí. Y así ambos ganamos.
Alejandro Córdoba
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