“Se ve en no pocos católicos una esquizofrenia entre moral individual y pública. En la esfera individual son católicos pero en la vida pública siguen caminos que no se corresponden a los grandes valores del Evangelio, que son necesarios para la fundación de una sociedad justa”. Son palabras de Benedicto XVI.
En más de una ocasión he oído comentarios acerca del choque entre lo oído el domingo en la iglesia y las presiones entre semana en la empresa: “¡hay que ser agresivo!”, “no hay más remedio que actuar sin cuestionar las repercusiones….”
La esquizofrenia entre moral individual y pública existe tanto en el ámbito político como en el empresarial o en el cultural.
Esa esquizofrenia tiene que ver con personas que se dicen católicas pero que:
Adoptan decisiones políticas sin tener en cuenta qué acciones son justas y, por lo tanto, moralmente obligatorias y qué acciones son injustas y, en consecuencia, deben estar prohibidas.
Actúan, como directivos empresariales, incumpliendo la legalidad y aferrándose al “No pasa nada”; “Tampoco está tan mal”; “Todo el mundo lo hace”; “No me van a pillar”; “Sabré encontrar una buena explicación”.
Adoptan unos valores en los que predomina la arrogancia, el individualismo, y el afán por el dinero.
Dejan de lado, en su actuación pública, la moral cristiana y siguen patrones de conducta incompatibles con lo que son y viven en su vida privada.
Las causas de esa esquizofrenia están relacionadas con la falta de integridad personal.
La solución pasa por educar no sólo en una moral individual sino también en una moral pública. Y en ese sentido la doctrina social de la Iglesia tiene mucho que hacer para que los criterios que de ella emanan no sean palabras que se lleva el viento.
Alejandro Córdoba
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