Aunque a veces podamos
sentirnos alejados. Aunque a veces pueda pesar un poco de soledad o de
incomprensión. Aunque la comunicación sea una asignatura que no se aprende más
que día a día, y con cierta dificultad. Pero, con todo, no estamos solos. Nos une
la tierra subterránea. Nos unen puentes, a menudo indestructibles. Nos une,
desde la fe, un Dios que late en cada entraña haciendo muy posibles los
encuentros. Nos une la sed de amor, y la capacidad de amar. Somos tierra que
puede ser hollada por mil pies. Y eso es muy buena noticia.
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