Al
rezarlo, hemos de tener presente, siempre, que somos hijos de Dios y que perdonamos a
aquellos que nos han ofendido.
Cuando
Jesús enseña la oración del Padre Nuestro a sus discípulos, es porque Jesús se
dirige siempre al Padre en los momentos fuertes de su vida, porque conoce que
es un Padre que sabe qué necesitamos antes de que nosotros se lo pidamos. Se
trata de alguien que nos escucha en lo escondido, en lo secreto, como Él, Jesús,
aconseja orar: en lo secreto.
Más
aún, este Padre nos da la identidad de hijos. Y cuando digo ‘Padre’ llego a las
raíces de mi identidad: mi identidad cristiana es ser hijo y ésta es una gracia
del Espíritu.
“Ninguno
puede decir ‘Padre’ sin la gracia del Espíritu. ‘Padre’ que es la palabra que
Jesús usaba en los momentos más fuertes: cuando estaba lleno de alegría, de
emoción: ‘Padre, te doy gracias porque me has escuchado’; o después al final,
en los momentos finales de su vida, al final”.
Por tanto, “Jesús habla con el Padre.
Es el camino de la oración y por esto me permito decir que es el espacio de
oración”. “Sin sentir que somos hijos, sin sentirnos hijo, sin decir Padre,
nuestra oración es pagana, es una oración de solo palabras”.
El Papa también dijo que se puede
rezar a la Virgen, a los ángeles y a los santos, pero “la piedra angular de la
oración es Padre”.
“Es sentir la mirada del Padre en mí,
sentir que esa palabra ‘Padre’ no está vacía como las palabras de la oración de
los paganos: es una llamada a Aquél que me ha dado la identidad de hijo”.
“Y después –prosiguió- a todos los
santos, a los ángeles, hacemos las procesiones, las peregrinaciones… todo
hermoso, pero siempre comenzando con ‘Padre’ y con la conciencia de que somos
hijos y de que tenemos un Padre que nos ama y conoce nuestras necesidades”.
Pero en esta oración también se
encuentra la palabra “nuestro” porque “somos hermanos, somos familia”.
Es importante “la capacidad de perdón, de olvidar, olvidar las ofensas, ese
sano hábito de ‘dejémoslo, que el Señor lo haga Él’ y no ir al rencor, al
resentimiento, querer venganza”.
Así pues el Pontífice invitó a “orar
al Padre perdonando a todos, olvidando las ofensas” porque “es la mejor oración
que se puede hacer”.
“Es bueno que a veces hagamos un
examen de conciencia sobre esto. ¿Para mi Dios es Padre, lo siento como Padre?
Y si no lo siento así, le pido al Espíritu Santo que me enseñe a sentirlo así.
¿Soy capaz de olvidar las ofensas, de perdonar, de dejarlo pasar y si no, pedir
al Padre que nos ayude a perdonar?. Hagamos este examen de conciencia sobre
nosotros y nos hará bien, bien, bien. ‘Padre’ y ‘nuestro’: nos da la identidad
de hijos y nos da una familia para ir juntos en la vida”.
Fernando
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