Cuenta Jorge Bucay que un mendigo llegó a una posada que tenia colgado un gran cartel con el nombre del lugar. Se llamaba “La posada de san Jorge y el dragón”. Está nevando y el mendigo tiene hambre y mucho frío pero no tiene dinero. Golpea la puerta de la posada. Se abre la puerta y aparece una señora con cara de muy pocos amigos, y le dice:
-¿Qué quiere?
El mendigo dice: Mire, yo tengo hambre y frío…
-¿Tiene dinero? –Le grita la mujer.
-No, dinero no tengo – y ¡plaf! La mujer le cierra la puerta en la cara.
El tipo se queda así desolado. Está por irse pero decide insistir y golpea otra vez.
-¿Y ahora qué quiere? –le dice la señora.
-Mire, le vengo a pedir por favor que me de…
-Aquí no estamos para hacer favores sino para hacer negocios. Esto es una posada, un negocio, ¿no sabe lo que es una posada? ¡Así que si no tiene dinero se va! ¡Y si no tiene para comer, muérase! ¡Plaf! Otra vez la puerta en la cara.
El tipo está por irse pero decide insistir. Una vez más golpea la puerta y dice: -Mire, señora, discúlpeme…
¡Discúlpeme, nada! Mire, si no se va, le voy a tirar un cubo de agua encima. ¡Fuera! Y ¡plaf! Vuelve a cerrar la puerta de un golpe.
El tipo baja la cabeza y retoma su camino. Se está yendo y al llegar a la esquina alza la vista y ve nuevamente el cartel que dice “La posada de san Jorge y el dragón”. Entonces decide volver. Por última vez golpea la puerta.
La señora le grita desde adentro: -¿Y ahora qué quiere?
El mendigo contesta: -Mire, en lugar de hablar con usted, ¿no puedo hablar con san Jorge?
Y tú, amigo lector, ¿Quién prefieres ser?
Alejandro Córdoba
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