Las lamentaciones de mi primo Jeremías narra las vivencias
de Álvaro, un muchacho de unos doce años en un pueblo de la provincia de Zamora
durante el verano de 1952. Aunque el autor no lo dice, se puede deducir
fácilmente que el pueblo es El Cubo de la Tierra del Vino, en el límite con la
provincia de Salamanca.
Las ciudades de Valladolid, Zamora y, sobre todo Salamanca,
están presentes en la obra de Carlos Malillos.
La novela contrapone al protagonista, un niño de ciudad,
procedente de una familia acomodada, con Jeremías, un muchacho de pueblo, que
reniega de su suerte: detesta el ambiente pobre y decadente que le ha tocado
vivir y se propone cambiar su suerte... cuando su tío le lleve a Francia, donde
las cosas se ven mucho más fáciles.
A lo largo de las páginas el lector asiste a las peripecias
de estos chicos, sus escarceos amorosos con las chicas, sus juegos y
experiencias hacen del libro una obra entretenida que evocará, sobre todo en
los mayores, sus propias vivencias de la primera juventud, los “ritos
iniciáticos” de dos adolescentes, sin dejar de lado el mundo de los adultos,
donde se refleja de forma nítida los diferentes usos sociales y costumbres que
se estilaban en aquella España de 1952, tan distintos de los actuales.
El libro, escrito en un tono llano y con ritmo ameno y
salpicado de humor, es testimonio de los cambios que ha experimentado el mundo,
como un manual de antropología, en el que se pueden estudiar los ritos que
jalonaban la vida de las generaciones que nos precedieron, y que sin la pluma
de autores como Carlos Malillos, se perderían para siempre en el olvido.
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