El Espíritu Santo…(Hch. , 2,
1-4)
Mi
amigo Juan, el otro día, me invitó a hacer oración, con el Santísimo expuesto. Ahora
Él está con nosotros ¡qué bien! Tomamos un texto de los Hechos de los
Apóstoles, sobre la venida del Espíritu Santo:
Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un
mismo lugar.
2 De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso, que llenó toda la casa en la que se encontraban. 3 Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos; 4 quedaron todos llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse.
2 De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso, que llenó toda la casa en la que se encontraban. 3 Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos; 4 quedaron todos llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse.
“Lo último que hiciste, Señor, fue que te
entregaste a quienes se lo habías anunciado, para que te dieran a conocer al
mundo, la Buena Noticia. Les enviabas sí, pero no los abandonarías ni lo
dejarías huérfanos; los alentarías, con la fuerza del Espíritu; y estarías con
ellos, hasta el fin de los tiempos.”
Hoy, ahora, también tiene lugar la
llegada del Espíritu Santo, porque nos lo prometió y Cristo hoy nos lo sigue entregando, para que en
la realidad de nuestras vidas, a título personal, familiar y comunitario
(también Equipos) encontremos ese aliento que nos dé fuerza para solucionar los
problemas que podamos tener a nivel de pareja, familia o comunidad (ENS).
Porque, ante tantas dificultades y problemas ¿de quién depende la solución? De
Cristo, y de nosotros en la medida en que colaboremos.
¿Contamos con el Espíritu Santo? ¿Qué
imagen o estampa ponemos ante los demás?, o, ¿qué modelo de vida damos, con
nuestro ejemplo?. Porque nosotros nos fiamos de lo que descubrimos y por eso lo
ofrecemos a los demás; pero, en la evangelización, el que habla primero es el
Espíritu Santo: nos lo dijo Jesús: “El Espíritu Santo que os daré, os hará
entender, y seréis mis testigos”.
Cada uno somos un misterio distinto. Pero
el que quiere hacer la voluntad de Dios, lo primero que ha de hacer es
preguntar al Señor: “¿qué quieres que hagamos ahora, Señor!” Y esto no lo
podemos olvidar nunca. Por eso, cuando queramos que alguien entre en los
Equipos, tenemos que ir al Sagrario, para después lanzar la buena noticia al
hermano o hermanos. “Si el Señor no construye la casa, en vano se afanan los
albañiles” nos anuncia el salmo.
“Señor, envíanos tu Espíritu Santo,
porque lo queremos, y nos vamos a esforzar en ser dóciles a sus mociones e
inspiraciones”
Sí, hablémosle, porque Él sabe lo
que queremos decirle, y Él sabe lo que nos va a proponer…está también el
Espíritu Santo…¡muy fácil!
Gracias, Señor.
Gracias, Juan
Fernando
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