sábado, 28 de junio de 2014

Progreso y espiritualidad

A lo largo del último siglo la modernidad trajo consigo una cultura que prometía la respuesta a todas las preguntas y la solución a todos los problemas.
Con el tiempo hemos podido constatar que, pese a los muchos logros alcanzados, la humanidad está lejos de alcanzar muchas de las promesas que había depositado en el progreso científico- técnico.
La psicosociología, y más concretamente las teorías sobre la jerarquía de necesidades, han demostrado que la satisfacción de las necesidades materiales no basta para ser feliz. Que una vez satisfechas aquellas surgen otras nuevas necesidades “postmateriales”.
Se ha constatado que el hombre es infeliz cuando no ha satisfecho sus deseos. Pero también cuando los ha satisfecho y se encuentra con el vacío que le provoca la decepción posterior; eso que Bloch llama “la melancolía de la satisfacción”.
La modernidad nos hizo creer que la religión era cosa del pasado; que era un yugo del que había que liberarse; que era un obstáculo para el logro de una vida feliz.
Hemos constatado, sin embargo, que la renuncia al cultivo de la dimensión espiritual no solo no ha sido una liberación sino que ha ahondado la inquietud por el sentido de la vida.
En ese contexto Benedicto XVI formuló un interrogante realmente provocador a los bienestantes del mundo occidental: “tú que lo tienes todo, ¿por qué no has alcanzado la felicidad?
Alejandro Córdoba

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