Una birreta “ad personam”. El Papa nombró ayer cardenal de la Santa Madre Iglesia al arzobispo de Valladolid y presidente de la Conferencia episcopal española,Ricardo Blázquez, por sus méritos personales. Francisco premia su modestia, su moderación y el que haya sido, desde siempre, abanderado del diálogo o de lo que él llama la “cultura del encuentro”. Esa misma clave se repite en casi todos los demás nombramientos cardenalicios (15 con derecho a voto y 5, eméritos). Bergoglio añade 'mimbres' al cesto de la reforma de la Iglesia.
Líder a su pesar, Ricardo Blázquez (Villanueva del Campillo, 1942) fue, durante años, la otra cara de la moneda de la Iglesia española de Rouco Varela. Se le oponía (al menos mediáticamente) al entonces todopoderoso purpurado madrileño, al que de hecho derrotó en una ocasión al frente del episcopado, por su talante moderado, modesto y dialogante. Tres virtudes que, ahora, en esta nueva etapa de la Iglesia, le aúpan al colegio cardenalicio, amén de su probada capacidad intelectual y pastoral, demostradas en Compostela, Palencia, Bilbao y Valladolid.
Con su púrpura, el Papa reconoce también su acertada labor en la “refundación” de los Legionarios de Cristo e, indirectamente, distingue a Ávila, su tierra natal, en el año del V Centenario de Santa Teresa. El neo cardenal abulense podrá recibir a Francisco en el viaje relámpago de un día que quiere realizar a la capital amurallada y a Alba de Tormes.
Por otra parte, el nombramiento cardenalicio de Blázquez demuestra que, con Francisco, se han terminado las sedes históricamente cardenalicias. Hacía un siglo que Valladolid no tenía un cardenal. El último fue el cántabro José María Justo de Cos y Macho, nombrado por Pío X en 1911.
Claves muy parecidas se repiten en los otros 20 cardenales (15 con derecho a voto y 5, eméritos) nombrados ayer por el Papa y que serán creados el próximo 14 de febrero. Está claro que se universaliza cada vez más el colegio cardenalicio, rompiendo el 'yugo' italiano, que lo tenía aprisionado. Los nuevos cardenales proceden de 14 naciones de los cinco continentes, de las cuales 6 no tenían cardenal y algunas nunca lo habían tenido.
Entre los electores, 5 son de Europa, 3 de Asia, 3 de Latinoamérica, 2 de África y 2 de Oceanía. Se nota la presencia de países de las periferias católicas que nunca habían disfrutado de una púrpura, como Cabo Verde, Tonga o Myanmar. El cardenal más joven, tras los nombramientos de ayer, es el arzobispo de Tonga, Monseñor Mafi (1961) y el más anciano, el emérito de Manizales, monseñor Pimiento Rodríguez (1919).
El Papa pone coto también a los cardenales curiales y, de hecho, sólo nombró uno, Dominique Mamberti, el nuevo prefecto de la Signatura apostólica (tribunal supremo de la Santa sede). En cambio, mantiene vigente la ley no escrita de no elevar al cardenalato a los arzobispos cuyos predecesores sean cardenales con menos de 80 años. Tal es el caso de Los Ángeles, Filadelfia, Chicago. Y, en España, el de Carlos Osoro, en Madrid.
Con los nuevos nombramientos, Francisco va creando su propio equipo en el seno del potente colegio cardenalicio. Consciente de las resistencias de la Curia a sus reformas, trata de descentralizar y desitalianizar las púrpuras. Con un “senado” más periférico y comprometido con la primavera eclesial que el Papa promueve.
José Manuel Vidal
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