miércoles, 26 de octubre de 2016

“Año de la Misericordia: El Papa Francisco ante la crisis


       
Estamos cerca de aquellos que sufren la crisis económica y a pesar de las dificultades van hacia adelante. El trabajo no es necesario sólo para la economía, sino para la persona humana, para su dignidad, para su ciudadanía y para la inclusión social.
        Tenemos que pedir un pacto social y generacional para poner a disposición datos y recursos en la perspectiva de ‘hacer juntos’, algo que ya funciona en el territorio de las diócesis. Es el momento de reactivar una solidaridad entre las generaciones, de recuperar la confianza entre jóvenes y adultos.
        Esto implica también abrir posibilidades concretas de crédito para nuevas iniciativas, activar una constante orientación y acompañamiento al trabajo, sostener el aprendizaje y el encuentro entre las empresas, la escuela profesional y la universidad.

        ¡Qué importantes son la familia, los hijos y los abuelos!. No olviden esta riqueza. Los hijos son la promesa, llevan adelante este trabajo que han recibido, y los ancianos son la riqueza de la memoria: una crisis no puede ser superada, no se puede salir de ella, sin los jóvenes, los chicos, los hijos y los abuelos que son fuerza para el futuro, pero también memoria del pasado que nos indica por dónde se debe ir.
      
       Años atrás vimos que siempre existió buen trabajo, pero en los últimos tiempos esto ha cambiado, pues han aumentado las desigualdades económicas y sociales lo que ha provocado que muchas personas se empobrezcan y tengan problemas con la casa, la salud, la educación y otros bienes primarios.
       Además, la inmigración aumenta la competición, pero los inmigrantes no son culpables, porque ellos son víctimas de la falta de ética, de esta economía que descarta, y de las guerras.
       Ante esto, estamos llamados a confirmar el ‘no’ a una economía del descarte, que pide resignarse a la exclusión de aquellos que viven en pobreza absoluta.

       Por otro lado, se excluyen a los niños –¡hay una natalidad cero!–, se excluye a los ancianos, y ahora se excluye a los jóvenes –más de 40 por ciento están desempleados. Aquello que no produce se excluye a modo de ‘usar y tirar’”.

       Reiteramos la llamada a  revalidar el ‘no’ a la idolatría del dinero, que empuja a todos a entrar a toda costa en el número de los pocos que, a pesar de la crisis, se enriquecen, sin ocuparse de tantos que se empobrecen, a veces hasta el hambre.
       Por ello, estamos llamados a decir ‘no’ a la corrupción, tan extendida que parece ser una actitud, un comportamiento normal. Pero no sólo hay que decir ‘no’ de palabra, sino también “con hechos”. No a las conjuras mafiosas, a las estafas, a los sobornos y cosas por el estilo. Les aseguro que si unimos fuerzas, podremos  decir ‘no’ a la inequidad que genera violencia.

       Por otro lado, cuánta importancia tiene el prevenir el conflicto social, algo que se hace con justicia. El trabajo es fundamental, y,  es necesario que toda la sociedad, en todos sus componentes, colaboren para que sea para todos, y  que sea un trabajo digno del hombre y de la mujer. Sin embardo, esto requiere de un modelo económico que no esté organizado en función del capital y de la producción, sino, sobre todo, del bien común.

      También tenemos que pedir que los derechos de las mujeres sean tutelados ya que también llevan el mayor peso en el cuidado de la casa, de los hijos y de los ancianos y son todavía hoy discriminadas, también en el trabajo.
    
       En definitiva, estamos llamados, una vez más, a ser más protagonista de una nueva estación de desarrollo económico y social. Esto se conseguirá también si se invierte con valentía en la formación, buscando cambiar la tendencia que ha visto el declive en los últimos tiempos  del nivel medio de enseñanza, y muchos chicos abandonan la escuela. Os animo a todos a ser valientes y a no resignarse ante el desempleo.

                                                                                                          Fernando

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