Tenemos que pedir un pacto social y generacional para poner
a disposición datos y recursos en la perspectiva de ‘hacer juntos’, algo que ya
funciona en el territorio de las diócesis. Es el momento de reactivar una
solidaridad entre las generaciones, de recuperar la confianza entre
jóvenes y adultos.
Esto implica también abrir
posibilidades concretas de crédito para nuevas iniciativas, activar una
constante orientación y acompañamiento al trabajo, sostener el aprendizaje y el
encuentro entre las empresas, la escuela profesional y la universidad.
¡Qué importantes son la familia, los hijos y los
abuelos!. No olviden esta riqueza. Los hijos son la promesa, llevan
adelante este trabajo que han recibido, y los ancianos son la riqueza de la
memoria: una crisis no puede ser superada, no se puede salir de ella, sin los
jóvenes, los chicos, los hijos y los abuelos que son fuerza para el futuro,
pero también memoria del pasado que nos indica por dónde se debe ir.
Años atrás vimos que siempre existió buen
trabajo, pero en los últimos tiempos esto ha cambiado, pues han aumentado
las desigualdades económicas y
sociales lo que ha provocado que muchas personas se empobrezcan y tengan
problemas con la casa, la salud, la educación y otros bienes primarios.
Además, la inmigración aumenta la
competición, pero los inmigrantes no son
culpables, porque ellos son víctimas de la falta de ética, de esta economía
que descarta, y de las guerras.
Ante esto, estamos llamados a confirmar
el ‘no’ a una economía del descarte, que pide resignarse a la exclusión de
aquellos que viven en pobreza absoluta.
Por otro lado, se excluyen a los
niños –¡hay una natalidad cero!–, se excluye a los ancianos, y ahora se excluye a los jóvenes –más de 40 por ciento están desempleados. Aquello que
no produce se excluye a modo de ‘usar y tirar’”.
Reiteramos la llamada a revalidar el ‘no’ a la idolatría del dinero, que empuja a todos a entrar a toda
costa en el número de los pocos que, a pesar de la crisis, se enriquecen, sin
ocuparse de tantos que se empobrecen, a veces hasta el hambre.
Por ello, estamos llamados a decir ‘no’ a la corrupción, tan extendida que
parece ser una actitud, un comportamiento normal. Pero no sólo hay que decir
‘no’ de palabra, sino también “con hechos”. No a las conjuras mafiosas, a las
estafas, a los sobornos y cosas por el estilo. Les aseguro que si unimos
fuerzas, podremos decir ‘no’ a la inequidad que genera
violencia.
Por otro lado, cuánta importancia tiene
el prevenir el conflicto social,
algo que se hace con justicia. El trabajo es fundamental, y, es necesario que toda la sociedad, en todos
sus componentes, colaboren para que sea para todos, y que sea un trabajo digno del hombre y de la
mujer. Sin embardo, esto requiere de un modelo económico que no esté organizado
en función del capital y de la producción, sino, sobre todo, del bien común.
También tenemos que pedir que los
derechos de las mujeres sean tutelados ya que también llevan el mayor
peso en el cuidado de la casa, de los hijos y de los ancianos y son todavía hoy
discriminadas, también en el trabajo.
En definitiva, estamos llamados, una vez
más, a ser más protagonista de una nueva
estación de desarrollo económico y social. Esto se conseguirá también si se
invierte con valentía en la formación, buscando cambiar la tendencia que ha
visto el declive en los últimos tiempos del nivel medio de enseñanza, y
muchos chicos abandonan la escuela. Os animo a todos a ser valientes y a no resignarse ante el desempleo.
Fernando
No hay comentarios:
Publicar un comentario