lunes, 31 de octubre de 2016

“Año de la Misericordia: El Papa Francisco ante el mundo del trabajo


          
Ante casi cuatrocientos miembros de la Federación Nacional de los Caballeros del Trabajo, el Papa les alentó a vivir la creatividad y la justicia, para buscar caminos siempre nuevos en el mundo del trabajo.

         Es verdaderamente justo quien, además de respetar las reglas, actúa con conciencia e interés por el bien de todos, además del propio. Es justo quien se interesa por el destino de los menos aventajados y de los más pobres, quien no se cansa de trabajar y está dispuesto a inventar caminos siempre nuevos: allí está la creatividad, tan importante.
        La práctica de la justicia, en este sentido pleno, es lo que esperamos para todo operador económico y para todos los ciudadanos.

        Ustedes  se han distinguido porque han osado y arriesgado, han invertido ideas, energías y capitales, produciendo, encomendando tareas, pidiendo resultados y contribuyendo a que otros sean más emprendedores y colaborativos. He aquí la envergadura social del trabajo: la capacidad de implicar a las personas y encomendar responsabilidades, de modo que se incite la audacia, la creatividad y el empeño.
        Esto tiene efectos positivos sobre las nuevas generaciones y hace que una sociedad vuelva a comenzar a mirar hacia adelante, ofreciendo perspectivas y oportunidades y, por tanto, esperanzas para el futuro.
        En este tiempo de crisis económica, el desempleo es un problema, especialmente en el sector juvenil. Esto último es una verdadera y propia plaga social, porque priva a los jóvenes de un elemento esencial para su realización, y al mundo económico de la aportación de sus fuerzas más frescas. El mundo del trabajo debería estar a la espera de jóvenes preparados y deseosos de empeñarse y sobresalir.
       Al contrario, el mensaje que los jóvenes han recibido, frecuentemente en estos años, es que no se les necesita. Este es el síntoma de una disfunción grave que no se puede atribuir sólo a causas de nivel global e internacional.

        El bien común no puede ser alcanzado a través de un mero incremento de las ganancias o de la producción, porque tiene como presupuesto imprescindible la implicación activa de todos los sujetos que componen el cuerpo social.
        De ahí que la enseñanza social de la Iglesia se remonta, continuamente, al criterio fundamental de que el ser humano está en el centro del desarrollo, y que mientras los hombres y las mujeres permanezcan pasivos o marginados, no se puede considerar que se haya logrado plenamente el bien común.

        Es necesario de luchar contra la corrupción y preservar el medio ambiente porque                                                                     la práctica de la justicia, tal como enseñan los textos bíblicos, no se limita a la abstención de las iniquidades o a la observancia de las leyes –incluso si esto ya es tanto–, sino que debe ir más allá.

        Para concluir, invoco sobre vosotros aquí presentes y sus familias la intercesión de San Benito de Nursia, Patrono de los Caballeros del Trabajo, y pido, como siempre, que, por favor, no se olviden de rezar por mí. Gracias.                                                                                                         
Fernando


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