Es
verdaderamente justo quien, además de respetar las reglas, actúa con
conciencia e interés por el bien de todos, además del propio. Es justo
quien se interesa por el destino de los menos aventajados y de los más pobres,
quien no se cansa de trabajar y está dispuesto a inventar caminos siempre
nuevos: allí está la creatividad, tan importante.
La práctica de la justicia, en este
sentido pleno, es lo que esperamos para todo operador económico y para todos los
ciudadanos.
Ustedes se han distinguido porque han osado y
arriesgado, han invertido ideas, energías y capitales, produciendo,
encomendando tareas, pidiendo resultados y contribuyendo a que otros sean más
emprendedores y colaborativos. He aquí la envergadura social del trabajo: la
capacidad de implicar a las personas y
encomendar responsabilidades, de modo que se incite la audacia, la
creatividad y el empeño.
Esto tiene efectos positivos sobre
las nuevas generaciones y hace que una sociedad vuelva a comenzar a mirar hacia
adelante, ofreciendo perspectivas y oportunidades y, por tanto, esperanzas para
el futuro.
En este tiempo de crisis económica, el desempleo es un problema, especialmente
en el sector juvenil. Esto último es una verdadera y propia plaga
social, porque priva a los jóvenes de un
elemento esencial para su realización, y al mundo económico de la
aportación de sus fuerzas más frescas. El mundo del trabajo debería estar a la
espera de jóvenes preparados y deseosos de empeñarse y sobresalir.
Al contrario, el mensaje que los jóvenes han recibido,
frecuentemente en estos años, es que no
se les necesita. Este es el síntoma de una disfunción grave que no se
puede atribuir sólo a causas de nivel global e internacional.
El bien común no puede ser alcanzado a
través de un mero incremento de las ganancias o de la producción, porque tiene
como presupuesto imprescindible la implicación activa de todos los sujetos
que componen el cuerpo social.
De ahí que la enseñanza social de
la Iglesia se
remonta, continuamente, al criterio fundamental de que el ser humano está en el centro del desarrollo, y que mientras los
hombres y las mujeres permanezcan pasivos o marginados, no se puede considerar
que se haya logrado plenamente el bien común.
Es necesario de luchar contra la corrupción y preservar
el medio ambiente porque
la práctica de la justicia, tal como enseñan los textos bíblicos, no se
limita a la abstención de las iniquidades o a la observancia de las leyes
–incluso si esto ya es tanto–, sino que debe ir más allá.
Para concluir, invoco sobre vosotros
aquí presentes y sus familias la intercesión de San Benito de Nursia, Patrono
de los Caballeros del Trabajo, y pido, como siempre, que, por favor, no se
olviden de rezar por mí. Gracias.
Fernando
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