En un mundo donde se truncan amistades y deseos, amores y proyectos es bueno ofrecer a Santa María la flor de “la camelia”. Simboliza la amistad que nunca nadie podrá romper.
“¡Bienaventurada me dirán todas las generaciones!” (Magnificat)
Virgen y Madre, te felicitamos por ser la Madre de Jesús. Por haber ocupado parte de nuestro corazón. Porque, aunque pasa el tiempo, sigue vivo y agradecido nuestro afecto y cariño hacia Ti.
Hoy sigues brillando con el mismo resplandor que destella esta camelia que hemos cuidado y regado como el mejor testimonio de que nuestro amor hacia Ti.
Te presentamos, hoy más que nunca, los esfuerzos y las fatigas de tantos hombres y mujeres del campo que miran al cielo pidiendo la oportuna lluvia o añorando el sol para el dorado de las espigas.
Que nunca, Santa María, nos cansemos de dirigir la espiga de nuestra vida cristiana hacia ese otro sol de amor y de justicia, de paz y de perdón que es Jesús Resucitado.
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