La violeta es la pantalla y la imagen de la lealtad. San Bernardo llamó a esta flor la flor de la humildad y desde entonces fue adoptado como símbolo de la Virgen María.
Coger un puñado de “violetas” y llevárselos a María es sentir una llamada a perseverar en el camino cristiano. Lo más fácil y cómodo puede ser el abandonar. Lo más sabio e inteligente, valiente y comprometido es….la lealtad a Jesús. No resulta difícil, ni mucho menos, sembrar de violetas el altar de Santa María y en recompensa escuchar una palabra de sus labios: “haced lo que El os diga”.
María ayudamos a ser valientes y perseverar ante las dificultades y dudas que nos acechan cada día. Llévanos a Jesús y muéstranos su rostro.
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