Los medios de comunicación están repletos de sucesos, tragedias y crónicas negras. ¿Es ese el mundo real?
No, no es esa una descripción justa de la realidad. No es justo que un solo delito haga más ruido y tenga más impacto que miles de actos de generosidad.
No es justo, pero es real. Seguimos pecando por fijarnos en la paja del ojo ajeno y no percatarnos de la bondad implícita y explícita que hay en tantas otras miradas.
Cuenta una fábula que un maestro hindú mostró a sus discípulos un folio con un punto negro en medio. ¿Qué veis?, preguntó. Un punto negro respondieron. Ninguno de vosotros ha sido capaz de ver el gran espacio blanco, replicó el maestro.
Con la cabeza y el corazón en el momento presente no debemos ser tan ingenuos como para ignorar el mal que nos rodea. Pero no neguemos el respeto y el reconocimiento a quienes pasan por la vida regalando bondad, respeto, justicia, solidaridad y amor.
Sobre la bondad y la maldad de los hombres es mucho lo que se ha dicho y escrito. Para Rousseau el hombre es bueno por naturaleza y son las instituciones las que lo envilecen. Por el contrario Hobbes sostiene que la vida sin gobierno es solitaria, pobre, indecente y bruta.
No deberíamos ver el mundo en blanco y negro. Y normalmente la virtud está en el punto medio. Creo que ocurre, también, en esta divergencia de posturas.
Lo importante es actuar con unos principios éticos que nos orienten para hacer lo correcto; que nos ayuden a distinguir el bien del mal; que den solidez a nuestra vida, asentándola en valores como la bondad, la justicia o la solidaridad.
Desde esos principios debemos mirar con lupa lo que nos llega a través de los medios de comunicación, para que no nos confundan. Debemos buscar la objetividad, la verdad, las consecuencias de lo que se dice y hace. Procurando no dejarnos manipular, ni hacerlo nosotros con sesgos partidistas. Buscando y aportando argumentos razonables y fiables.
Alejandro Córdoba
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