Tiempos de encuentro – 1
Los Equipos de Nuestra Señora animan a sus integrantes a
participar en unos días de “Retiro” o Ejercicios Espirituales –así conocidos
entre nosotros- en el tiempo fuerte de oración, como es el de la Cuaresma.
Este pasado fin de semana (del 4 al 6 de abril), hemos
tenido ese tiempo fuerte de oración, en el centro de Espiritualidad de los
Jesuitas de Villagarcía de Campos (Valladolid).
Podríamos definirlo como un “tiempo de encuentro” del
matrimonio con el Señor, vivido en un lugar apartado de las ocupaciones
diarias, libres por tanto de todo compromiso y otras sujeciones.
Lo iniciamos con el “viacrucis del matrimonio y la familia,
hoy”, desde el texto de S. Juan, 3, 16: “Tanto amó Dios al mundo que le entregó
a su único Hijo, para que todo el que crea en Él, no perezca, sino que tenga la
vida eterna…”, y desarrollado en sus diferentes estaciones.
El amor no condena…En nosotros, un día nos hizo capaces de
unir nuestras vidas “hasta que la muerte nos separe”…
La grandeza de los corazones buenos es echarse encima las
cruces de los demás…
En las caídas, por nuestras flaquezas, Tú nos enseñas a
levantarnos…las caídas en la familia son muchas a veces, porque el amor ya no
es desinteresado, generoso, “porque ya no nos entendemos y…”
Hay dolor en el momento de las ausencias, por el alejamiento
o la no presencia de los padres, y, tener que vivir en soledad, …
Cada uno de nosotros, en cambio, somos una copia del rostro
del Señor… y los hijos son copias de la belleza del amor de Dios…
Nueva caída del Señor ¡qué duro es el fracaso!... Pero es
propio de cristianos poner la esperanza en Ti, para dar seguridad a los que
vacilan.
Esas piadosas
mujeres, madres a la vera del camino de la Cruz, que se preocupan de otros
hijos que no son suyos…
Morir es despojarse, como para el que ama de verdad no le
hacen falta muchas cosas, porque el amor es de por sí un don suficiente.
Jesús va a morir en la cruz… el matrimonio es como una
muerte que hace posible el milagro de que dos “sean uno”. El amor nos hace
morir a nosotros mismos, para resucitar en el corazón del otro/otra.
Y quedamos a la espera de la resurrección. Mientras,
quedarán los recuerdos en nuestros seres queridos: serán nuestro mejor legado,
cual nuevas presencias de nuestro amor.
…Así empezamos nuestro rezo, oración, meditación…
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