“Tiempos de encuentro”
4:
“El perdón”
En este
tiempo de encuentro, no puede faltar el hablar del Perdón.
Diríamos que
hoy, lo normal es oír: no tengo que pedir perdón porque no tengo pecados.
Y Jesús nos
dice: “Quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra”
Nuestra
conciencia de pecado viene de la contemplación de las maravillas que Dios hace
en nuestra vida; cuando se ama, duelen hasta las pequeñas infidelidades, los
pequeños fallos, las faltas de educación. Entonces, nuestro amor siempre tan
sensible nos lleva a ponernos de
rodillas, a pedir perdón. Porque la llave del amor de Dios es el perdón: Dios
nos espera porque es todo misericordia.
Por lo
tanto, seamos conscientes de que somos fruto de su amor, porque Él es amor.
Y Dios se
acerca al hombre. Ahí está Zaqueo, a quien Dios le dice, mirándole a lo alto de
aquella higuera: “Es necesario que hoy me aloje en tu casa”. La respuesta de
Zaqueo es inmediata, porque es tratado como hijo de Dios, y él se comporta como
tal, y los hombres serán sus hermanos, desde entonces.
Descubrimos nuestra condición pecadora, porque sufrimos. Sufrimos no para completar la
Pasión de Cristo, sino para completar en cada uno de nosotros lo que nos falta
del sufrimiento de Cristo: nosotros somos los que necesitamos sufrir todo aquello
que nos acerque a los sufrimientos y dolores que sufrió Cristo.
Cuando vemos a alguien que se confiesa, es la certeza y
experiencia de amor que llega a ese
penitente. Porque el protagonista del perdón no es el pecador sino la fuerza
del amor de Dios. Cuando la adúltera se queda sola ante Jesús, éste la dice:
…”yo tampoco te condeno. Anda, vete, e “intenta” no pecar más”: que parece que es
como se debe traducir, del griego, la correspondiente respuesta de Jesús.
Y es la misericordia de Dios quien nos impulsa a la
confesión, nos dirá Juan Pablo II.
También nosotros nos confesamos, y
sentimos la alegría del perdón, del amor de Dios, porque sólo tuvimos que reconciliarnos
con Él.
Fernando
ÁLBUM FOTOGRÁFICO (Fotos de Pedro Pablo Abad)
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