sábado, 10 de mayo de 2014

EXCURSIÓN-CONVIVENCIA ENS, REGIÓN NOROESTE….4º


Domingo 4 de mayo. Dejamos Aragón y retornamos a nuestra Castilla y León, camino del Monasterio de Santa María de Huerta (Soria).  A María la cantábamos con los Laudes “Salve, Madre, en la tierra de mis amores, te saludan los cantos que alza el amor…”. Tres imágenes: Ntra Sra de la Encina (Ponferrada), Ntra Sra de la Majestad (Astorga) y Ntra Sra de la Asunción (La Bañeza) nos recordaban a este Sector ENS.
Llegada y subida a la Iglesia donde el Padre Prior de estos monjes del Cister iba a celebra la misa dominical, con presencia de fieles. Sus largos hábitos blancos nos mostraban una cierta juventud de la veintena de monjes de la comunidad. Su canto suave y melodioso nos invitaba a la oración y al recogimiento, como ya habíamos leído, a la entrada: “Silencio, estamos recogidos en oración”.  
Estos monjes siguen la espiritualidad que San Benito dejó plasmada en su Regla escrita en el siglo VI y asumida por los primeros cistercienses desde la fundación de Císter en 1098, hoy unidos a nuestros más conocidos trapenses, como denota su hábito.  Un montaje audiovisual nos presentó la historia de la vida de los monjes, dedicados a la oración y al trabajo, en soledad interior y vida comunitaria, en silencio que escucha y palabra que comparte y acoge, y, en separación y solidaridad con el mundo.
La vida monástica se desarrolla en la primera planta; por lo que la planta baja ocupada en el pasado, hoy se puede visitar tranquilamente siguiendo un díptico, muy sencillo y claro, que se facilita con el tíquet de la entrada. Recordemos que, en 1151 el rey Alfonso VII de Castilla fue quien autorizó la fundación del monasterio, aunque fue Alfonso VIII quien ayudó y favoreció su construcción.
La puerta monumental de entrada  es del recinto es de estilo renacentista  (XVI), de estructura similar a un arco de triunfo romano, en el que vemos un frontón triangular con la imagen de La Virgen . La Iglesia, muy espaciosa, de planta de cruz latina; hay que apreciar la sensación de austeridad y el típico carácter anguloso cisterciense. Llama la atención el gran rosetón y su forma de dos círculos concéntricos (el interior con forma de sol) unidos por columnas. Dentro del apartado de dependencias medievales son interesantes  las correspondientes a los legos: cilla y refectorio de conversos, y la de los monjes: claustro, restos de la sala capitular, cocina y refectorio gótico. La restauración llevada a cabo en décadas recientes ha cuidado el detalle artístico y resalta las líneas arquitectónicas propias cistercienses, con una gran limpieza que ha dejado al descubierto la piedra original. No dejamos el monasterio sin antes admirar su tienda, y adquirir recuerdos y frutos de su elaboración.

En Almazán almorzamos su típico “somarro”.
Después subimos a su recinto histórico,  donde fuimos recibidos por José A. Márquez, cronista oficial de la Villa quien nos presentó lo más singular. Almazán es un término árabe y significa “el fortificado”; lo que nos traslada a la época de la Reconquista, en donde fue un enclave estratégico defensivo, al igual que contra los franceses en la Guerra de la Independencia.
 En el ámbito de su amplia Plaza Mayor, se erige la estatua de Diego Laínez, la sede del Ayuntamiento, la Iglesia de San Miguel, y el Palacio de los Hurtado de Mendoza. En la oficina de turismo se nos ofreció un magnífico audiovisual sobre tan singular villa amurallada, que admiramos desde un balcón sobre el río. En esta villa murió el gran dramaturgo Tirso de Molina, en el entonces convento de la Merced (1648).

Poco después iniciamos el regreso a Palencia, con el agradecimiento a tan acogedora compañía, a la vivencia tan familiar del encuentro, y a las bendiciones que el Señor y su Madre María, de seguro, otorgarán por el empeño en hacer felices a cuantos nos rodean, viviendo la espiritualidad del Sacramento del Matrimonio.                                                                                          Fernando














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