Es 3 de mayo, sábado. La hoja de Laudes nos dice que se celebra la fiesta de la Cruz
de Mayo y la memoria de los Apóstoles Felipe y Santiago. Una imagen de Ntra Sra
de Covadonga se nos ofrece en honor de nuestros queridos acompañantes
asturianos.
Salimos hacia Vera del Moncayo (Zaragoza) para
visitar el Real Monasterio de Santa María de Veruela, abadía cisterciense del siglo XII al XIX: En
1835 fue abandonada por la nefasta “desamortización”,
que propició su abandono y destrucción.
Pero las gentes de Borja y Tarazona impidieron su ruina total; crearon una
hospedería y conservaron el monumento; a dicha hospedería acudieron, en la segunda
mitad del XIX ilustres personajes como los hermanos Bécquer,
Gustavo Adolfo –enfermo de tuberculosis- y Valeriano –el pintor–; ambos
encontraron un lugar romántico, que
inspiró muchos pasajes de sus obras, como “Cartas desde mi celda”, y una
importante colección de grabados de Valeriano, que vimos al final de la visita,
en el llamado “espacio Bécquer”. También los jesuitas lo utilizaron como centro
formativo (de 1877 a 1975): en este periodo alcanzó la condición de Monumento
Nacional. En 1976, el estado cedió el usufructo del monasterio a la Diputación
Provincial de Zaragoza, para su rehabilitación y conservación.
Empezamos, pues, por su “museo del vino”, que ocupa
el espacio del antiguo aljibe y que se
centra en la Denominación de Origen Campo
de Borja, cuya variedad más característica es la “garnacha”. Salas y salas nos
van introduciendo en la historia del vino, su antigüedad, sentido, cultivo,
variedades, herramientas, recolección, características, plagas, explotación,
etc, etc … Muy buena presentación para
su fácil comprensión, no reparando en medios… realmente, muy bien hecho todo el
montaje; tuvieron que avisarnos para ir a visitar el monasterio.
Los monasterios cistercienses solían ubicarse en
parajes que propiciasen la soledad y aislamiento: en bosques, valles solitarios
y zonas montañosas, como en este caso, junto al Moncayo. Era imprescindible la
presencia de agua. Todo el recinto monástico estaba separado del exterior por
un muro, que simbolizaba la clausura; además el monasterio ha de ser autónomo.
El punto de comunicación con el exterior lo marca la Torre del Homenaje, a
cargo del portero que tenía allí su celda.
Se nos habla de su primera época: su austeridad,
siguiendo la estricta Regla del Cister. Los tres elementos principales del
Monasterio eran: la Iglesia, el Claustro y las dependencias. Estamos en el S.
XII: época del románico. Pero pronto será el gótico quien haga más airoso el
templo. El Claustro era el centro de la vida comunitaria monástica para pasear
en oración, y comunicar las distintas dependencias del Monasterio, por lo que
se cuida su arquitectura. Abierto al claustro y situado frente al refectorio se
halla el lavabo, muy original, del siglo XVI, en forma de templete hexagonal de
estilo gótico
En el Monasterio viven los monjes frailes
cistercienses, y, los monjes hermanos conversos
o “barbudos” (no se afeitan, los frailes sí, es obligatorio entonces). Estos
son los trabajadores, y su residencia está próxima a los almacenes. Llegaron a
vivir trescientos monjes: se calcula que había tres legos por cada fraile.
La Iglesia es igual de grande que la catedral de
Tarazona. Era el Panteón de los Reyes de Aragón. Era desnuda, sin decoración,
para no distraerse: allí pasaban ocho horas en oración.
Con el paso del tiempo, el rigor y la simplicidad de
la vida y arquitectura de los orígenes, dio paso a las formas de vida y expresiones
artísticas cada momento.
Luego salimos hacia Balbuente para visitar su
“almazara”: las explicaciones del propietario fueron muy muy sencillas y amplias;
así que compramos sus productos. Almorzamos en el “Mesón del Aceite”. Salimos
hacia Borja, que estaba en fiestas, pero, por la hora, paseamos por sus calles.
Llegamos finalmente a la bodega “Bordejé” de
Ainzón. Su propietario, muy amable, entusiasta y entregado a la elaboración de
caldos singulares y muy especiales, durante cerca de dos horas nos hizo las
delicias con su bodega, sus tintos y hasta su cava, que degustamos con gran
agrado. Claro, compramos.
El día no pudo ser más completo
Fernando.
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