lunes, 4 de julio de 2016

Papa Francisco y la Familia, Año de la Misericordia: Razones de su convocatoria



¿Por qué un Jubileo de la Misericordia? ¿Qué significa esto? –se preguntó-.
La Iglesia tiene necesidad de este momento extraordinario. ¡No digo que es bueno, no!, digo: la Iglesia tiene necesidad de este momento extraordinario.
En nuestra época de profundos cambios, la Iglesia está llamada a ofrecer su particular contribución, haciendo visibles los signos de la presencia y de la cercanía de Dios. Y el Jubileo es un tiempo favorable para todos nosotros, porque contemplando la Divina Misericordia, que supera todo límite humano y resplandece sobre la oscuridad del pecado, podemos ser testigos y dar testimonio, más convencidos y eficaces.
Así que dirigir la mirada a Dios, Padre misericordioso, y a los hermanos necesitados de misericordia, significa poner la atención sobre el contenido esencial del Evangelio: Jesucristo, la Misericordia hecha carne, que hace visible a nuestros ojos el gran misterio del Amor trinitario de Dios.

Celebrar el Jubileo de la Misericordia equivale a poner de nuevo, en el centro de nuestra vida personal y de nuestras comunidades, lo específico de la esperanza cristiana. El  Año Santo es ofrecido para experimentar en nuestra vida el toque dulce y suave del perdón de Dios, su presencia junto a nosotros y su cercanía, sobre todo, en los momentos de mayor necesidad.
A Dios le gusta, sobre todo, perdonar a sus hijos, tener misericordia con ellos, para que también puedan, al mismo tiempo, perdonar a los hermanos, resplandeciendo, como antorchas de la misericordia de Dios, en el mundo.

San Ambrosio, en un libro de teología, toma la historia de la creación del mundo, y dice, que Dios, cada día, después de haber hecho una cosa, … la luna, el sol o los animales… la Biblia dice: ‘y Dios vio que esto era bueno’; pero cuando hizo el hombre y la mujer, la Biblia dice: ‘Dios vio que esto era muy bueno’. San Ambrosio se pregunta: ‘¿por qué dice muy bueno?... ¿por qué Dios está tan contento después del hombre y la mujer?’. ‘Porque, al final, tenía a alguien a quien perdonar’. La alegría de Dios es perdonar. El ser de Dios es misericordia, por eso este año debemos abrir el corazón, para que este amor, esta alegría de Dios nos llene a todos nosotros de esta misericordia.

También, la necesaria obra de la renovación de las instituciones y de las estructuras de la Iglesia, pues son un medio que debe conducirnos a tener la experiencia viva y vivificante de la misericordia de Dios, que, sola, puede garantizar a la Iglesia ser esa ciudad puesta sobre un monte que no puede permanecer escondida. No podemos olvidar, ni por un momento, que la misericordia es “aquello que a Dios le gusta más”,  y, que, al contrario, cada esfuerzo nuestro sería en vano, porque nos convertiríamos en esclavos de nuestras instituciones y de nuestras estructuras.

        El objetivo de la Iglesia en este Año Santo es sentir fuerte en nosotros la alegría de haber sido reencontrados por Jesús, que como Buen Pastor ha venido a buscarnos porque estábamos perdidos.  Así reforzaremos en nosotros la certeza de que la misericordia puede contribuir realmente a la edificación de un mundo más humano, especialmente en nuestro tiempo, en el que el perdón es un invitado raro en los ambientes de la vida humana.

La Iglesia tiene mucho que hacer en este tiempo, y yo no me canso de recordarlo:  se necesita darse cuenta de que, en la raíz del olvido de la misericordia, está siempre el amor propio.
En el mundo, esto toma la forma de la búsqueda exclusiva de los propios intereses, de placeres y de honores unidos a querer acumular riquezas, mientras que, en la vida de los cristianos, a menudo, esta búsqueda se viste de hipocresía y de mundanidad.
Los movimientos del amor proprio, que hacen extranjera la misericordia en el mundo, son tan numerosas que a menudo no podemos ni siquiera reconocerlos como límites y como pecado. Esto explica por qué es necesario reconocerse pecadores, para reforzar en nosotros la certeza de la misericordia divina, y diciéndole todos los días:  “Señor, soy un pecador, Señor soy una pecadora, ven con tu misericordia”… y esta es una oración bellísima, es fácil, … para decirla todos los días.

¿Es ingenuo creer que esto puede cambiar el mundo?. Sí, humanamente hablando, es de locos, pero…  “la locura de Dios es más sabia que los hombres, .. y, la debilidad de Dios es más fuerte que los hombres”. (1 Cor1, 25)
Gracias. 

                                                                                                                                             Fernando

No hay comentarios:

Publicar un comentario