¿Por qué un
Jubileo de la Misericordia? ¿Qué significa esto? –se preguntó-.
La Iglesia
tiene necesidad de
este momento extraordinario. ¡No digo que es bueno, no!, digo: la Iglesia tiene
necesidad de este momento extraordinario.
En nuestra
época de profundos cambios,
la Iglesia está llamada a ofrecer su particular contribución, haciendo visibles
los signos de la presencia y de la cercanía de Dios. Y el Jubileo es un tiempo favorable
para todos nosotros, porque contemplando la Divina
Misericordia, que supera todo límite humano y resplandece sobre la
oscuridad del pecado, podemos ser testigos y dar testimonio, más convencidos y
eficaces.
Así que
dirigir la mirada a Dios, Padre misericordioso, y a los hermanos necesitados de
misericordia, significa poner la atención sobre el contenido esencial del
Evangelio: Jesucristo, la Misericordia hecha carne, que hace visible
a nuestros ojos el gran misterio del Amor trinitario de Dios.
Celebrar el
Jubileo de la Misericordia equivale a poner de nuevo, en el centro de nuestra vida personal y de nuestras comunidades, lo
específico de la esperanza cristiana.
El Año Santo es ofrecido para
experimentar en nuestra vida el toque dulce y suave del perdón de Dios, su
presencia junto a nosotros y su cercanía, sobre todo, en los momentos de mayor
necesidad.
A Dios le
gusta, sobre todo, perdonar a sus hijos, tener misericordia con ellos, para que
también puedan, al mismo tiempo, perdonar a los hermanos, resplandeciendo, como
antorchas de la misericordia de Dios, en el mundo.
San
Ambrosio, en un libro de teología, toma la historia de la creación del mundo, y
dice, que Dios, cada día, después de haber hecho una cosa, … la luna, el sol o
los animales… la Biblia dice:
‘y Dios vio que esto era bueno’; pero cuando hizo el hombre y la mujer, la
Biblia dice: ‘Dios vio que esto era muy bueno’. San Ambrosio se pregunta: ‘¿por qué
dice muy bueno?... ¿por qué Dios está tan contento después del hombre y la
mujer?’. ‘Porque, al final, tenía a alguien a quien perdonar’. La alegría de Dios es perdonar. El ser
de Dios es misericordia, por eso este año debemos abrir el corazón, para que este amor, esta alegría de Dios nos llene a todos nosotros de
esta misericordia.
También, la
necesaria obra de la renovación de las instituciones y de las estructuras
de la Iglesia, pues son un medio que debe conducirnos a tener la experiencia
viva y vivificante de la misericordia de
Dios, que, sola, puede garantizar a la Iglesia ser esa ciudad puesta sobre
un monte que no puede permanecer escondida. No podemos olvidar, ni por un momento, que la misericordia es “aquello que a Dios le gusta
más”, y, que, al contrario, cada
esfuerzo nuestro sería en vano, porque nos convertiríamos en esclavos de
nuestras instituciones y de nuestras estructuras.
El objetivo de la Iglesia en este
Año Santo es sentir fuerte en nosotros la alegría de haber sido reencontrados por
Jesús, que como Buen Pastor ha
venido a buscarnos porque estábamos perdidos. Así reforzaremos en nosotros la certeza de que
la misericordia puede contribuir realmente a la edificación de
un mundo más humano, especialmente en nuestro tiempo, en el que el perdón es un
invitado raro en los ambientes de la vida humana.
La Iglesia
tiene mucho que hacer en este tiempo, y yo no me canso de recordarlo: se necesita darse cuenta de que, en la raíz del olvido de la
misericordia, está siempre el amor propio.
En el mundo,
esto toma la forma de la búsqueda exclusiva de los propios intereses,
de placeres y de
honores unidos a querer acumular riquezas, mientras que, en la vida de los
cristianos, a menudo, esta búsqueda se viste de hipocresía y de mundanidad.
Los
movimientos del amor proprio,
que hacen extranjera la misericordia en el mundo, son tan numerosas que a
menudo no podemos ni siquiera reconocerlos como límites y como pecado. Esto
explica por qué es necesario reconocerse pecadores, para reforzar en nosotros
la certeza de la misericordia divina, y diciéndole todos los días: “Señor, soy un pecador,
Señor soy una pecadora, ven con tu misericordia”… y esta es una oración bellísima,
es fácil, … para decirla todos los días.
¿Es ingenuo
creer que esto puede cambiar el mundo?. Sí, humanamente hablando, es de locos,
pero… “la locura de
Dios es más sabia que los hombres, .. y, la debilidad de Dios es más fuerte que
los hombres”. (1 Cor1, 25)
Gracias.
Fernando
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