lunes, 7 de noviembre de 2016

Año de la Misericordia: El Papa Francisco y “creer en Jesús”


            
   Creer en Jesús significa hacer de Él el centro, el sentido de nuestra vida, ya que                Cristo no es un elemento accesorio: es el ‘pan vivo’, el alimento indispensable.
               Ligarse a Él, en una verdadera relación de fe y de amor, no significa estar encadenados, sino ser profundamente libres, siempre en camino.

              Cuando leemos en el Evangelio que Él es el Pan bajado del cielo, y que daba su carne como alimento, y su sangre como bebida, aludiendo a su sacrificio, algunos de quienes lo seguían quedaron desilusionados por considerar esas palabras indignas del Mesías, no ‘exitosas’. Porque           algunos miraban a Jesús como a un Mesías que debía hablar y actuar de modo que su misión tuviera éxito,… ¡enseguida!,… y, precisamente, sobre esto se equivocaban: sobre el modo de entender la misión del Mesías. Es más, ni siquiera los discípulos logran aceptar ese lenguaje, lenguaje inquietante del Maestro.  En realidad, ellos entendieron bien las palabras de Jesús. Tan bien que no quieren escucharlo, porque es un leguaje que pone en crisis su mentalidad. Siempre las palabras de Jesús nos ponen en crisis; en crisis por ejemplo, ante el espíritu del mundo, ante la mundanidad.
            Sin embargo, Jesús ofrece la clave para superar la dificultad; una clave hecha con tres elementos. Primero, su origen divino: él ha bajado del cielo y subirá allí donde estaba antes. Segundo, sus palabras se pueden comprender sólo a través de la acción del Espíritu Santo, Aquel que ‘da la vida’. Y es precisamente el Espíritu Santo el que hace comprender bien a Jesús. Y el tercer elemento, es que la verdadera causa de la incomprensión de sus palabras es la falta de fe: ‘hay entre ustedes algunos que no creen’, dice Jesús.
            Ante el alejamiento de muchos discípulos, Jesús no hace descuentos  y no atenúa sus palabras, aún más, obliga a realizar una opción precisa: o estar con Él o separarse de Él, y dice a los Doce: ‘¿También ustedes quieren irse?’.
           Entonces, Pedro hace su confesión de fe en nombre de los otros Apóstoles: ‘Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna’. No dice: ‘¿dónde iremos?’, sino ‘¿a quién iremos?’.
           El problema de fondo no es ir y abandonar la obra emprendida, sino a quién ir. De esa pregunta de Pedro, nosotros comprendemos que la fidelidad a Dios es cuestión de fidelidad a una persona, con la cual nos enlazamos para caminar juntos por el mismo camino. Y esta persona es Jesús.
         Todo lo que tenemos en el mundo no sacia nuestra hambre de infinito. ¡Tenemos necesidad de Jesús, de estar con Él, de alimentarnos en su mesa, con sus palabras de vida eterna!.

        Entonces, preguntémonos: ¿Quién es Jesús para mí? ¿Es un nombre, una idea, es un personaje histórico solamente? O es verdaderamente aquella persona que me ama, que ha dado su vida por mí y camina conmigo.

        ¿Para ti quién es Jesús? ¿Intentas conocerlo en su palabra? ¿Lees el Evangelio todos los días, un pasaje, del Evangelio para conocer a Jesús? ¿Llevas el Evangelio todos los días, en la bolsa, para leerlo, en todas partes? Porque cuanto más estamos con Él, más crece el anhelo de permanecer con él.
      
         Para finalizar: pido a la Virgen María que nos ayude a ‘ir’ siempre a donde Jesús, para experimentar la libertad que Él nos ofrece, y que nos ayude a limpiar nuestras opciones de vida, de las incrustaciones mundanas y  de los miedos. Amén.
                                                                                              Fernando


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