"Todos a los que anima el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Así pues, no habéis recibido un espíritu de esclavos para recaer en el temor,habéis
recibido un espíritu de hijos adoptivos que hace gritar ¡Abba! ¡Padre!
Ese mismo espíritu le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de
Dios" (Rom. 8, 14-16).
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