La entrega generosa de Cristo en su Cuerpo y en su Sangre, ha de
llevarnos a nosotros también a partirnos y a entrar en la “fiebre
eucarística” del Señor, sobre todo, en la atención a los más débiles y
sufrientes, a los que más padecen las consecuencias de la crisis, del
paro y de la inestabilidad laboral. “Somos el Cuerpo de Cristo”.
Nosotros, seguidores del Maestro, hemos de partir el pan y repartirlo,
solidarizándonos con los empobrecidos.
Nos toca en este tiempo hacer realidad el mandato de Jesús: “Dadles
vosotros de comer”. Confiamos en que algún día todos podrán saciarse y
entonces se verá completado el sueño de Dios sobre la humanidad.
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