En la primera Carta de San Juan, el Apóstol insiste en repetir:
“Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor es perfecto
en nosotros”: la experiencia de la fe está, precisamente, en este "doble
permanecer". Nosotros en Dios y Dios en nosotros: esta es la vida cristiana.
No permanecer en el espíritu del mundo, no permanecer en la superficialidad, no
permanecer en la idolatría, no permanecer en la vanidad. No, no: permanecer en
el Señor. Y Él retribuye esto: Él permanece en nosotros. Pero,… muchas veces,
nosotros lo echamos, y, entonces, no podemos permanecer en Él.
El mismo Jesús, cuando habla del amor, nos habla de cosas
concretas: dar de comer a los hambrientos, visitar a los enfermos… y tantas
cosas concretas. El amor es concreto. La concreción cristiana. Y cuando
no hay esta concreción, se puede vivir un cristianismo de ilusiones, porque no
se entiende bien donde está el centro del mensaje de Jesús. Si nuestro amor no
llega a ser concreto: es un amor de ilusiones, como estas ilusiones que tenían
los discípulos cuando, mirando a Jesús, creían que era un fantasma.
El "fantasma" es el que precisamente se da, en el pasaje
del Evangelio, cuando los discípulos ven a Jesús, asombrados y temerosos, venir
hacia ellos, caminando sobre el mar. Pero su estupor nace de una dureza de
corazón, porque -dice el mismo Evangelio- "no habían entendido"… la
multiplicación de los panes, sucedida poco antes.
Así que, si tú tienes el corazón endurecido, tú no puedes amar, y
piensas que el amor es eso de imaginarse cosas. No, el amor es concreto. Y esta
concreción, se funda sobre dos criterios: ‘"Primer criterio: amar con obras,
no con palabras. ¡Las palabras se las llevó el viento!’. Hoy están, mañana
no están.
Segundo criterio de concreción es: en el amor es más importante
el dar que el recibir. El que ama da, da... Da cosas, da vida, se da a sí
mismo, se da a Dios, se da a los demás. Sin embargo, quien no ama, quien es
egoísta, siempre busca recibir, siempre buscar tener cosas, tener ventajas.
Permaneced con el corazón abierto, no como estaba el de los
discípulos, cerrado, porque no entendían nada: permanecer en Dios y Dios en nosotros,
es permanecer en el amor. Tengámoslo presente. Gracias.
Fernando
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