El Papa Francisco, reflexionando en el texto de la primera Carta de San
Juan, advirtió –en una segunda intervención- sobre los "cristianos
derrotados", sobre los "cristianos a mitad"… Pero,… "la fe
lo puede todo", y "vence al mundo", por eso, es necesario el
valor de fiarse de Dios.
San Juan nos insiste en lo propio del
cristiano: "permanecer en el Señor", … para amar a Dios y al prójimo.
Este "permanecer en el amor" de Dios es obra del Espíritu Santo,… de
nuestra fe, y…produce un efecto concreto: quien permanezca en Dios, … quien
permanece en el amor, vence al mundo: la victoria es nuestra fe. Tenemos: por
nuestra parte, la fe, y, por parte de Dios -por este 'permanecer'- el Espíritu
Santo, que hace esta obra de gracia. Y así nuestra fe ¡es fuerte!, y es la
victoria que vence al mundo: ¡nuestra fe!
¡Nuestra fe lo puede todo! ¡Es victoria!
Esto sería bonito que lo repitiéramos, también
a nosotros mismos, porque muchas veces somos cristianos derrotados. A veces,
nos encontramos con cristianos derrotados, que no creen en esto de que la fe es
la victoria … que no viven esta fe. Y si no se vive esta fe, está la derrota y
vence el mundo, el príncipe del mundo.
En el Evangelio leemos cómo Jesús alabó mucho
la fe de la hemorroísa, de la cananea o del ciego de nacimiento; y decía que,
quien tenga fe como un grano de mostaza puede mover montañas.
Esta fe nos pide dos actitudes: confesar y
confiar.
La fe es confesar
a Dios, al Dios que se nos ha revelado, desde el tiempo de nuestros
padres hasta ahora; el Dios de la historia. Y esto es lo que todos los días
recitamos en el Credo.
Y una cosa es recitar el Credo desde el corazón
y otra es hacerlo como papagayos. Creo, creo en Dios, creo en Jesucristo,
creo... ¿Yo creo en lo que digo? ¿Esta confesión de fe es verdadera o la digo
de memoria porque se debe decir? ¿O creo a medias? ¡Confesar la fe! ¡Toda, no
una parte! Y esta fe guardarla toda, como llegó a nosotros, por el camino de la
tradición: ¡toda la fe! ¿Y cómo puedo saber si yo confieso bien la fe? Hay un
signo: quien confiesa bien la fe, y toda la fe, tiene la capacidad de adorar,…
de adorar a Dios".
Nosotros sabemos cómo pedir a Dios, cómo dar
gracias a Dios, pero … adorar a Dios, ¡alabar a Dios es más! Solamente quien
tiene una fe fuerte es capaz de adorarlo.
Yo me atrevo a decir que el termómetro de la
vida de la Iglesia está un poco bajo en esto: hay poca capacidad de adorar: no
tenemos mucha…, algunos sí... Y esto sucede porque en la confesión de la fe
nosotros no estamos convencidos o estamos convencidos a mitad. Por tanto, la
primera actitud es confesar la fe y guardarla.
La otra actitud es confiar en Dios: el hombre o la mujer que tiene fe
confía en Dios: ¡confía! Pablo, en un momento oscuro de su vida, decía: 'Yo sé
bien de quien me he fiado': ¡De Dios! ¡Del Señor Jesús! Confiar: y esto nos
lleva a la esperanza.
Así como la confesión de la fe nos lleva a la adoración
y a la alabanza a Dios, el fiarse de Dios nos lleva a una actitud de esperanza.
Hay muchos cristianos con una esperanza
demasiado aguada, no fuerte: una esperanza débil. ¿Por qué? Porque no tiene la
fuerza y la valentía para confiarse al Señor.
Pero si nosotros cristianos creemos confesando
la fe, también guardándola, haciendo custodia de la fe y confiando en Dios, en
el Señor, seremos cristianos vencedores.
Esta es la victoria que venció al mundo:
¡nuestra fe!
Recen por mí. Gracias.
Fernando
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