No
es una aspiración más. Es el anhelo de toda persona por conseguir una
existencia digna y feliz. Porque, ¿quién desea una vida vacía? Nadie ¿verdad?
Llenarla parece ser la meta, pero la cuestión es de qué. Porque quien más quien
menos, aspira a una vida plena, completa, cumplida o como la queramos llamar.
Hasta aquí ningún problema.
El quid de la cuestión viene cuando alguien descubre su mochila vital rebosante de objetos, ansias, prisas y vivencias que, engañosamente, se muestran como valiosos pero que no lo son tanto. ¡Y lo llena que parece estar esa vida! ¡Y lo vacíos que nos podemos sentir! Ojo con ese síndrome de Diógenes espiritual, donde el acumular sin ton ni son –sea lo que sea- embota los sentidos y no deja sitio para lo verdaderamente importante.
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