Además la
misericordia y el perdón no deben quedarse sólo en palabras bonitas, sino realizarse
en la vida cotidiana.
Amar y
perdonar son el signo concreto y visible de que la fe ha
transformado nuestros corazones y nos permite expresar en nosotros la misma
vida de Dios.
La
fecha de inicio de este Año Santo de la Misericordia coincide con la de la conclusión
de los 50 años del Concilio
Vaticano II. Es la Iglesia ‘una’ que vive de la comunión misma
de Dios.
Este
misterio de comunión, que hace a la Iglesia signo del amor del Padre, crece
y madura en nuestro corazón, cuando el amor, que reconocemos
en la Cruz de
Cristo, nos hace amar como nosotros mismos somos amados por Él. Es un Amor sin
fin, que tiene el rostro del perdón y de la misericordia.
Atravesar la Puerta Santa es el signo de
nuestra confianza en el Señor Jesús, que no ha venido para juzgar,
sino para salvar. Lanzo una advertencia contra algunas prácticas ilegales que
se podrían realizar para ganar dinero con motivo del Jubileo, como, por
ejemplo, exigir un dinero para que los peregrinos atraviesen la Puerta Santa.
Estén atentos, que no haya alguno un poco astuto que les diga
que se debe pagar, ¡la salvación no se compra! ¡La puerta y Jesús
son gratis!. Es el signo de una verdadera conversión de nuestro corazón. Cuando
atravesamos esa Puerta está bien recordar que debemos tener abierta la puerta
de nuestro corazón. Digamos: ´Estoy delante de la Puerta Santa y le pido al
Señor que me ayude a abrir la puerta de mi corazón`. Por eso, no tendría mucha
eficacia el Año Santo si la puerta de nuestro corazón no dejara pasar a Cristo
que nos empuja a ir hacia los otros, para llevarles a Él y a su amor.
Como la
Puerta Santa permanece abierta, porque es el signo de la acogida que
Dios mismo nos reserva, así también que nuestra puerta esté siempre abierta
para no excluir a ninguno, ni siquiera a aquel o aquella que me molesta.
Un signo
importante del Jubileo es también la Confesión.
Acercarse al Sacramento con el cual somos reconciliados con Dios equivale a
tener experiencia directa de su misericordia. Es encontrar el Padre que
perdona. Dios perdona todo. Dios nos
comprende también en nuestras limitaciones nos comprende también en nuestras
contradicciones. No sólo, Él con su amor nos dice que cuando reconocemos
nuestros pecados nos es todavía más cercano y nos anima a mirar hacia adelante.
Dice más, que cuando reconocemos nuestros pecados, pedimos perdón, hay fiesta en el cielo, Jesús hace
fiesta en el cielo y esta es su misericordia. No se desanimen. Adelante,
adelante con esto.
Cuántas veces me han dicho: “Padre, no consigo perdonar”, el vecino,
el colega de trabajo, la vecina, la suegra, la cuñada, todos hemos escuchado
eso: no consigo perdonar. Pero ¿cómo se puede pedir a Dios que nos perdone, si
después nosotros no somos capaces del perdón? Perdonar es una cosa grande, no
es fácil perdonar, porque nuestro corazón es pobre y con sus fuerzas no lo
puede hacer. Pero si nos abrimos a acoger la misericordia de Dios para
nosotros, a su vez somos capaces de perdón. Y tantas veces he escuchado decir:
pero a esa persona yo no podía verla, la odiaba, un día me he acercado al
Señor, he pedido perdón de mis pecados, y también he perdonado aquella persona.
Estas cosas de todos los días, y tenemos cerca de nosotros esta posibilidad.
Por lo tanto, ¡ánimo! Vivamos el
Jubileo iniciando con estos signos que llevan consigo una gran fuerza de amor. El Señor nos acompañará para conducirnos a
tener experiencia de otros signos importantes para nuestra vida. ¡Ánimo y hacia
adelante! Muchas gracias.
Fernando
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