lunes, 26 de septiembre de 2016

Papa Francisco y la Familia: Misericordia, acróstico y doce consejos


Francisco explicó que el acróstico de Misericordia compone un catálogo no exhaustivo de las virtudes necesarias para todos aquellos que quieren hacer fértil su consagración o su servicio a la Iglesia.
La letra “m”, de “misionariedad y pastoralidad”. La misionariedad es lo que hace y muestra a la Iglesia fértil y fecunda; es prueba de la eficacia, la capacidad y la autenticidad de nuestro obrar. La pastoralidad sana, es una virtud indispensable, de modo especial para cada sacerdote, y es la búsqueda cotidiana de seguir al Buen Pastor, que cuida de sus ovejas y da su vida para salvar la vida de los demás.
               La “i”, de “idoneidad y sagacidad”. La idoneidad, unida a aquel esfuerzo personal para realizar las propias tareas y actividades, con la inteligencia y la intuición. La idoneidad es contraria a las recomendaciones y los sobornos. La sagacidad es la prontitud de nuestra mente para comprender y afrontar las situaciones, con sabiduría y creatividad.
               La “s” de  “spiritualità e umanità” (Espiritualidad y humanidad). La espiritualidad es la columna vertebral de cualquier servicio en la Iglesia y en la vida cristiana. Ésta alimenta todo nuestro obrar, lo corrige y lo protege de la fragilidad humana y de las tentaciones cotidianas. La humanidad es aquello que encarna la autenticidad de nuestra fe. Quien renuncia a su humanidad, renuncia a todo. La humanidad nos hace diferentes de las máquinas y los robots, que no sienten y no se conmueven. Cuando nos resulta difícil llorar seriamente o reír apasionadamente —son dos signos—, entonces se ha iniciado nuestro deterioro y nuestro proceso de transformación de ‘hombres’ a algo diferente.
                La “e” de “ejemplaridad y fidelidad”. La ejemplaridad sirve para evitar los escándalos que hieren las almas y amenazan la credibilidad de nuestro testimonio; mientras que la fidelidad va unida a nuestra consagración, a nuestra vocación, recordando siempre las palabras de Cristo: ‘Él que es fiel en lo poco, también en lo mucho es fiel; el que es injusto en lo poco, también en lo mucho es injusto’.
La “r” de “racionalidad y amabilidad”. La racionalidad sirve para evitar los excesos emotivos, y la amabilidad para evitar los excesos de la burocracia, las programaciones y las planificaciones. Todo exceso es indicio de algún desequilibrio, tanto el exceso de racionalidad, como el exceso de amabilidad.
La “i” de “inocuidad y determinación”. La inocuidad nos hace cautos en el juicio, capaces de abstenernos de acciones impulsivas y apresuradas, es la capacidad de sacar lo mejor de nosotros mismos, de los demás y de las situaciones, actuando con atención y comprensión. La determinación es la capacidad de actuar con voluntad decidida, visión clara y obediencia a Dios, y solo por la suprema ley de la “salus animarum” (salud del alma).
La “c” de  “caridad y verdad”. Son dos virtudes inseparables de la existencia cristiana: ´realizar la verdad en la caridad y vivir la caridad en la verdad’. Hasta el punto en que la caridad sin la verdad se convierte en la ideología del bonachón destructivo, y la verdad sin la caridad, en el afán ciego de judicializarlo todo.
La “o” de “onestà e maturità” (“honestidad y madurez”). La honestidad es la rectitud, la coherencia y el actuar con sinceridad absoluta con nosotros mismos y con Dios, mientras que la madurez es el esfuerzo para alcanzar una armonía entre nuestras capacidades físicas, psíquicas y espirituales.
La segunda “r” del acróstico de Francisco corresponde a “respetuosidad y humildad”. La respetuosidad es una cualidad de las almas nobles y delicadas, y es propia de las personas que tratan siempre de demostrar respeto auténtico a los demás, al propio cometido, a los superiores y a los subordinados, a los legajos, a los documentos, al secreto y a la discreción; es la capacidad de saber escuchar atentamente y hablar educadamente. La humildad, en cambio, es la virtud de los santos y de las personas llenas de Dios, que cuanto más crecen en importancia, más aumenta en ellas la conciencia de su nulidad y de no poder hacer nada sin la gracia de Dios.
La “d” de “dadivosidad”: seremos mucho más dadivosos de alma y más generosos en dar, cuanta más confianza tengamos en Dios y en su providencia, conscientes de que cuanto más damos, más recibimos. Sería inútil abrir todas las puertas santas de todas las basílicas del mundo si la puerta de nuestro corazón permanece cerrada al amor, si nuestras manos no son capaces de dar, si nuestras casas se cierran a la hospitalidad y nuestras iglesias a la acogida.
                La “i” de “impavidez y prontitud”. La impavidez  o ser impávido significa no dejarse intimidar por las dificultades, como Daniel en el foso de los leones o David frente a Goliat; significa actuar con audacia y determinación; sin tibieza, ‘como un buen soldado’. La prontitud, en cambio, consiste en saber actuar con libertad y agilidad, sin apegarse a las efímeras cosas materiales, ya que estar listos quiere decir estar siempre en marcha, sin sobrecargarse acumulando cosas inútiles y encerrándose en los propios proyectos, y sin dejarse dominar por la ambición.
                La  “a”, de “atendibilidad y sobriedad”. El atendible es quien sabe mantener los compromisos con seriedad y fiabilidad cuando se cumplen, pero sobre todo cuando se encuentra solo; es aquel que irradia a su alrededor una sensación de tranquilidad, porque nunca traiciona la confianza que se ha puesto en él. La sobriedad —la última virtud de esta lista, aunque no por importancia— es la capacidad de renunciar a lo superfluo y resistir a la lógica consumista dominante. Además, la sobriedad es prudencia, sencillez, esencialidad, equilibrio y moderación. La sobriedad es mirar el mundo con los ojos de Dios y con la mirada de los pobres y desde la parte de los pobres. Quien es sobrio es una persona coherente y esencial en todo, porque sabe reducir, recuperar, reciclar, reparar y vivir con un sentido de la proporción.
                También os propongo profundizar, enriquecer y completar la lista propuesta, y que sea nuestra guía y nuestro faro, porque la misericordia no es un sentimiento pasajero, sino la síntesis de la Buena Noticia; es la opción de los que quieren tener los sentimientos del Corazón de Jesús, de quien quiere seriamente seguir al Señor.
               Que sea la misericordia, la que guíe nuestros pasos, la que inspire nuestras reformas, la que ilumine nuestras decisiones.

Amén.                                                                                                                                                                Fernando

No hay comentarios:

Publicar un comentario