En el Parlamento Europeo el Papa Francisco habló de la Europa anciana. Decía a los eurodiputados que crecía la impresión general de una Europa tentada por querer asegurar y dominar espacios más que de generar procesos de inclusión y de transformación; una Europa que se va “atrincherando” en lugar de privilegiar las acciones que promueven nuevos dinamismos en la sociedad.
¿Qué te ha sucedido, Europa humanista, defensora de los derechos humanos, de la democracia y de la libertad?, preguntaba el Papa.
¿Qué te ha pasado, Europa, tierra de poetas, filósofos, artistas, músicos, escritores?
¿Qué te ha ocurrido, Europa, madre de pueblos y naciones, madre de grandes hombres y mujeres que fueron capaces de defender y dar la vida por la dignidad de sus hermanos?
Contra esa actitud derrotista evocó a los padres fundadores de Europa. Ellos supieron buscar vías alternativas e innovadoras en un contexto marcado por las heridas de la guerra. Ellos tuvieron la audacia no solo de soñar la idea de Europa, sino que osaron transformar radicalmente los modelos que únicamente provocaban violencia y destrucción. Se atrevieron a buscar soluciones multilaterales a los problemas que poco a poco se iban convirtiendo en comunes.
Propuso, el Papa Francisco, a los políticos europeos dinamismos capaces de involucrar y poner en marcha todos los actores sociales (grupos y personas) en la búsqueda de nuevas soluciones a los problemas actuales, que fructifiquen en importantes acontecimientos históricos; una Europa que, lejos de proteger espacios, se convierta en madre generadora de procesos (cf. Evangelii gaudium, 223).
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