En el Evangelio en el que
Jesús, antes de presentar, en Nazaret, su discurso
programático, nos resume brevemente la actividad
evangelizadora. Jesús habló de “evangelizar
a los pobres” y de lo que esto significa: Ésta es la misión de
Jesús, esta es también la misión de la Iglesia y de
cada bautizado en la Iglesia.
Pero,
¿qué significa evangelizar a los pobres?. Significa acercarse a ellos, servirlos, liberarlos de su
opresión, y todo esto en el nombre y con el
Espíritu de Cristo, porque es Él el Evangelio de Dios, es Él la Misericordia de
Dios, es Él la liberación de Dios. En definitiva, se nos indica que el anuncio misionero mesiánico del
Reino de Dios que está en medio de nosotros, se dirige de modo preferencial a
los marginados, a los prisioneros, a los oprimidos.
Probablemente en tiempos
de Jesús estas personas no estaban en el centro de la comunidad de fe. Por eso,
es importante que cada uno se pregunte: hoy, en nuestras comunidades
parroquiales, en las asociaciones, en los movimientos, ¿somos fieles al
programa de Jesús?. ¿La evangelización de los pobres, llevarles a ellos el
anuncio de la buena noticia, es la prioridad?.
Atención:
no se trata de hacer asistencia social, y mucho menos actividad política. Se
trata de ofrecer la fuerza del Evangelio de
Dios, que convierte los corazones, resana
las heridas, transforma las relaciones humanas y sociales según
la lógica del amor, porque los pobres, en efecto, están en el centro del
Evangelio.
El
Evangelio de Lucas (3, 22) nos narra lo que hizo Jesús en la Sinagoga de
Nazaret: se trata de una actividad que Él cumple con la potencia del Espíritu
Santo: su palabra es original,
porque revela el sentido de las Escrituras; es una palabra autoritaria porque
manda a los espíritus impuros y estos le obedecen. Y también vemos que Jesús es
diferente a los maestros de su tiempo: no ha abierto una escuela para el
estudio de la ley, sino que sale
a predicar y enseña en todas partes: en las
sinagogas, por las calles, en las casas.
Pidamos
entonces, entrar también nosotros ahora en la sinagoga de Nazaret, el pueblo
donde Jesús creció hasta cerca de los treinta años. Aquello que acontece allí, es
un hecho importante que dibuja la misión de Jesús. Él se levanta para leer la
Sagrada Escritura. Abre el rollo del profeta Isaías y toma el pasaje en el que
está escrito: ‘El
Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado con
la unción y me ha mandado llevar a los pobres la buena noticia’. Y después
dice: Hoy se ha cumplido esta Escritura que ustedes han escuchado.
FERNANDO
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