Algunas personas tienen su autoestima tan baja y se sienten tan deprimidas que para subir su estado de ánimo son capaces de absorber la alegría de la gente que les rodea. Es lo que Lillian Glass, profesora de la Universidad de Minnesota, dice respecto a las personas tóxicas. Creo que casi todos tenemos algo de tóxicos y si eso es así, y te das por aludido, comparto contigo una reflexión que me quiero aplicar a mi mismo.
¿A quién le gusta rodearse de personas derrotistas, catastrofistas, empeñadas en ver la botella medio vacía, que perciben todo negativamente y que siempre están dispuestas a encontrarle los tres pies al gato?.
El argentino Bernardo Stamateas, psicólogo, teólogo y terapeuta familiar en su libro “Gente Tóxica” destaca de estas personas que son: quejicas, victimistas, mediocres, autoritarios, chismosos, envidiosos y neuróticos.
Frente a estos quejicas, Stamateas dice que darles la razón conduce a que sigan quejándose, alimentando así su hambre emocional. Y sugiere que tampoco nos esforcemos en hacerles entrar en razón, porque no entenderán hasta que no decidan cambiar de actitud, ya que sólo cambia quien decide cambiar.
Ante el “meteculpas”, que siempre busca culpables de los problemas surgidos, Stamateas propone: si te has equivocado, pide perdón, deja de darle vueltas y olvídate; y si no ha sido tuyo el error deshazte de las culpas falsas. Propone hacer caso a San Bernardo de Claraval cuando dice que “La culpa no está en el sentimiento, sino en el consentimiento”, lo que nos debe llevar a ponernos manos a la obra para prevenir nuevos problemas, en lugar de revolcarnos en la miseria.
En estudios sobre el mundo del trabajo se ha constatado un aumento de la presión arterial, clínicamente significativo, en aquellos empleados que tenían que aguantar a un jefe que no les gustaba. Y que esa hipertensión puede elevar el riesgo de enfermedades cardiacas en un 16% y la posibilidad de sufrir un infarto en un 33%.
También hay compañeros tóxicos, amigos tóxicos, familiares tóxicos. ¿Qué hacer?
El asunto es serio y preocupante. John Steinbeck dice, en su novela “las uvas de la ira”, que “Un alma triste te mata más rápido que un virus”. Y quizás no exagere.
Alguien te dirá que con la buena gente se puede ir a todas partes, pero que pretender hacerlo con las personas tóxicas es una pérdida de tiempo y de energía. No estoy del todo de acuerdo. Esa persona que hoy es tóxica pudo haber sido, en otro tiempo, simpática, alegre, con chispa, trasmisora de buenas vibraciones y portadora de felicidad. Esa persona puede serte muy próxima y no debes dejarla tirada.
Paciencia, templanza, serenidad. Evita que te impacte en exceso o que te haga sufrir. También tú tienes derecho a ser feliz.
Alejandro Córdoba
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