Esta
fiesta de la Ascensión de Jesús al cielo da inicio a una vida nueva
que lleva a anunciar el amor de Dios
en todo lugar y circunstancia.
Celebramos
esta fiesta, cuarenta días después de la Pascua y una
semana antes de Pentecostés. En ella, contemplamos el misterio de Jesús que sale de nuestro espacio terreno
para entrar en la plenitud de la gloria de Dios, llevando consigo nuestra
humanidad.
En
este cielo habita ese Dios que se ha revelado tan cercano, hasta tomar el rostro de un hombre, Jesús de
Nazaret. ¡Él permanece para siempre, el Dios-con-nosotros y no nos deja solos!.
También
nosotros podemos mirar a lo alto para reconocer, en nosotros, a nuestro futuro.
En la Ascensión de Jesús, el Crucificado Resucitado, está la promesa de nuestra participación en la plenitud de vida, ante
Dios.
Después
de que los discípulos vieron subir al cielo a Jesús, vuelven a la ciudad como
testimonios que, con alegría, anuncian a todos la vida nueva que viene del
Crucificado Resucitado, por cuyo nombre
‘serán predicados a todos los pueblos la conversión y el perdón de los pecados’.
Éste
es el testimonio que, cada domingo,
debería salir de nuestras iglesias, para entrar durante la semana en las
casas, en las oficinas, en las casas para los ancianos, en los lugares llenos
de inmigrantes, en los lugares de encuentro y divertimento, en los hospitales, en
las periferias de la ciudad….
Jesús
nos ha asegurado en este anuncio y en este testimonio, que seremos revestidos
de potencia de lo alto, es decir, con la potencia del Espíritu Santo.
El
secreto de esta misión está en la
presencia, entre nosotros, del Señor resucitado, que con el don del Espíritu
Santo continúa, para abrir nuestra mente y nuestro corazón, para anunciar su
amor y su misericordia, también, en los ambientes más difíciles de nuestras
ciudades.
El
Espíritu Santo es el verdadero artífice de las diversas formas de testimonio
con las que la Iglesia y todo bautizado hacen al mundo.
Y
no podemos olvidar nunca el recogimiento para alabar a Dios, y la oración para
invocar el don del Espíritu Santo.
En
esta semana, que lleva a la fiesta de Pentecostés, permanezcamos espiritualmente en el Cenáculo, junto a la Virgen María,
para acoger el Espíritu Santo.
Fernando
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