lunes, 5 de junio de 2017

Papa Francisco y la Familia: Ante la fiesta de la Ascensión



Esta fiesta de la Ascensión de Jesús al cielo da inicio a una vida nueva que lleva a anunciar el amor de Dios en todo lugar y circunstancia.
Celebramos esta fiesta, cuarenta días después de la Pascua y una semana antes de Pentecostés. En ella, contemplamos el misterio de Jesús que sale de nuestro espacio terreno para entrar en la plenitud de la gloria de Dios, llevando consigo nuestra humanidad.
En este cielo habita ese Dios que se ha revelado tan cercano, hasta tomar el rostro de un hombre, Jesús de Nazaret. ¡Él permanece para siempre, el Dios-con-nosotros y no nos deja solos!.
También nosotros podemos mirar a lo alto para reconocer, en nosotros, a nuestro futuro. En la Ascensión de Jesús, el Crucificado Resucitado, está la promesa de nuestra participación en la plenitud de vida, ante Dios.
Después de que los discípulos vieron subir al cielo a Jesús, vuelven a la ciudad como testimonios que, con alegría, anuncian a todos la vida nueva que viene del Crucificado Resucitado, por cuyo nombre ‘serán predicados a todos los pueblos la conversión y el perdón de los pecados’.
Éste es el testimonio que, cada domingo, debería salir de nuestras iglesias, para entrar durante la semana en las casas, en las oficinas, en las casas para los ancianos, en los lugares llenos de inmigrantes, en los lugares de encuentro y divertimento, en los hospitales, en las periferias de la ciudad….
Jesús nos ha asegurado en este anuncio y en este testimonio, que seremos revestidos de potencia de lo alto, es decir, con la potencia del Espíritu Santo.
El secreto de esta misión está en la presencia, entre nosotros, del Señor resucitado, que con el don del Espíritu Santo continúa, para abrir nuestra mente y nuestro corazón, para anunciar su amor y su misericordia, también, en los ambientes más difíciles de nuestras ciudades.
El Espíritu Santo es el verdadero artífice de las diversas formas de testimonio con las que la Iglesia y todo bautizado hacen al mundo.
Y no podemos olvidar nunca el recogimiento para alabar a Dios, y la oración para invocar el don del Espíritu Santo.
En esta semana, que lleva a la fiesta de Pentecostés, permanezcamos espiritualmente en el Cenáculo, junto a la Virgen María, para acoger el Espíritu Santo.
                                                                                              Fernando


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