En una pequeña estación de un pueblo, un grupito de muchachos ofrecía a
los viajeros pobres cartuchos de uvas. «¡Uvas, uvas! ¡Cincuenta
bolívares!». Compré uno con un billete de cien. «¡No tengo cambio» gritó
asustado el muchacho vendedor. El tren se mueve. «¡ No tengo cambio!»,
repitió él con alegría, corriendo junto al tren.
«¡Ten todo! » le grité. Aquel me miró asombrado, se paró, y gritó de nuevo: «¡No! ¡No!».
El tren corría ya; él podía quedarse con todo. Pero entonces, he aquí
que da una carrera desesperada, alcanza mi ventana, y una vez alcanzada
me tira dentro otro cartucho de uvas: «¡Gracias! ¡Ahí tiene la
vuelta!».
Dos buenos ejemplos nos ha ofrecido
esta parábola, Señor: el comprador estaba dispuesto a darle al vendedor
más de lo que recibía. Y el vendedor no quiso defraudar al comprador.
Cuando todas las personas nos portamos bien ¡que hermoso y feliz se
vuelve el mundo!. Gracias, Señor, porque hay mucha gente buena. Haz que nos acordemos de los que obran el mal, no para maldecirlos, sino para ayudarles con nuestro ejemplo y nuestra oración.
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