Tú,
María, sigues siendo para el pueblo cristiano el modelo de referencia
que nos invita a valorar y vivir los secretos que te hicieron grande y
preferida ante Dios.
No
dejes, Santa María, que nuestro ser se degrade por la contaminación
que constantemente invade y desvirtúa nuestras ganas de ser mejores y
de ser diferentes a los demás.
“¡Engrandece
mi alma al Señor!”, supiste responder con emoción contenida la
salutación del ángel, tal vez sabedora que Dios se enamora del corazón
que sabe guardar la belleza inapreciable al ojo humano.
Ayúdanos a ser críticos con aquello que nos desvía del camino del bien.
“El mayor bien que podemos hacer a los otros no es ofrecerles nuestra riqueza,
sino llevarlos a descubrir la propia” (L.Lavelle)
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