El Papa Francisco nos ha interpelado a ser custodios de la creación, del designio de Dios inscrito en la naturaleza. La naturaleza es un capítulo importante en la vida de los pueblos.
Hay estudios científicos sugieren que sostienen que si la temperatura aumenta en 2°C (sobre la previa a la industrialización), más de 1.000 millones de personas sufrirían escasez de agua y hambre. Y serán los países en desarrollo, que históricamente han contribuido muy poco al cambio climático, los que más sufran el impacto de este fenómeno.
El cambio climático está inexorablemente ligado con el desarrollo y el progreso humano. Si seguimos apostando por un crecimiento económico que no tenga en cuenta el impacto en la naturaleza de las actividades de producción y de consumo los problemas se agudizarán. Se producirán inundaciones más frecuentes e intensas, sequías más prolongadas y otros fenómenos meteorológicos extremos.
En la actualidad los 1.000 millones de personas más pobres del planeta producen sólo el 3% de las emisiones globales, mientras que los 1.000 millones de personas más ricas provocan la mitad de las mismas. ¿Cómo afrontar ese problema de solidaridad interregional?
La buena noticia es que hay solución. Pero una solución compleja y que requiere cambios importantes. Un enfoque climático inteligente en el que tanto los países como sus ciudadanos deberán actuar de forma diferente a lo hecho en el pasado.
Cuanto más tardemos en reaccionar más difícil y más costoso será aplicar soluciones. Porque las emisiones de hoy en día quedan atrapadas en la atmósfera durante décadas y porque si seguimos apostando por un crecimiento basado en energías contaminantes los costes para combatir los daños causados seguirán aumentando.
La solución pasa por reducir las emisiones de gases invernadero, para disminuir el riesgo de catástrofes provocadas por el cambio climático. Transformar los sistemas de producción energética. Administrar de forma diferente la tierra y los recursos hidráulicos de cara a la nueva situación climática. Usar nuevos instrumentos para administrar los recursos de la tierra y el agua. Identificar, evaluar e integrar nuevas tecnologías e iniciativas que promuevan lo sostenible.
Son necesarios cambios de política a nivel local, regional, nacional y global para facilitar las acciones privadas y cívicas y hacerlas más atractivas para los ciudadanos.
El cambio climático es un fenómeno cada vez más conocido. Pero pocas personas lo consideran una prioridad. El mayor reto radica en cambiar los comportamientos de la población y de las instituciones, particularmente en los países ricos.
Como cristianos tenemos mucho que decir y que hacer. En nosotros está la solución, ya que son nuestros hábitos de consumo los que determinan el futuro del planeta.
Alejandro Córdoba
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