sábado, 8 de junio de 2013

Dios te bendice para que bendigas

Pule el diamante que te ha sido dado. Haz que tus talentos den sus frutos. Agradece lo que has recibido. Perdona y supera el mal que te hayan podido hacer. Ama una y mil veces. Y sigue amando. A la vida, a la naturaleza, a tu familia, a tus amigos, a tu prójimo. Consciente de que en todos ellos está Dios. Porque Dios te bendice para que bendigas, para que llegues a ser una bendición.
Quiere y déjate querer. Hazlo de verdad. Hazlo con empeño y con una gran alma. Porque, como dice un proverbio chino, “mientras que las grandes almas tienen voluntades las débiles tan solo tienen deseos”.
Convéncete de que más importante que la inteligencia es que seamos capaces de superar nuestros miedos y debilidades; de ponernos metas y alcanzarlas. De caernos y volver a levantarnos, con ánimo renovado.
Échate a andar consciente de que la vida plena y con sentido se alcanza cuando somos capaces de tirar adelante, por muy adversas que sean las circunstancias. Decía Nietzche “quien tiene un por qué para vivir es capaz de soportar el cómo”. Ya que tú tienes el privilegio de tener el “por qué” bien amarrado asegúrate de gestionar bien el “cómo”.
Haz que tu presencia sea real. Que irradie ¡de verdad! e impacte en todo cuanto toques. Logrando, como aconseja tu admirada Teresa de Calcuta, que “no permitas encontrarte con nadie que no esté más feliz tras haberse encontrado contigo”. Porque el que no vive para los demás no sabe vivir.
En Rusia, donde añoran y aprecian el sol y la luz, hay un proverbio que dice “la vida sin amor es un año sin verano”. Haz que tu vida sea un verano permanente. Irradia luz, fe, paz, aliento, esperanza, ternura, cariño, comprensión, acogida, perdón, caridad y amor. Y así, sin buscarlo ni quererlo, serás una bendición.

Alejandro Córdoba

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