Representan el peor feminismo al grito de “Yo soy dios”. “Con mi cuerpo hago lo que quiero”. Surgieron en Kiev en el 2008 y se expanden como una gota de aceite en el agua. Consiguen con su torso desnudo abochornar políticos o cardenales. Irrumpen en las catedrales, lanzan bragas manchadas de sangre y se dibujan cruces invertidas en su torso desnudo. Muestran un feroz rechazo a cualquier religión. Es un movimiento ateo de exaltación hedonista. Desean la misma libertad que el varón para practicar el sexo sin cortapisas. De manera que reivindican el aborto y los anticonceptivos. Sus asonadas atípicas convocan a los medios que suelen fotografiarlas con el puño en alto y el rostro crispado por la ira, mientras exhiben su torso lleno de consignas. Han llegado hasta la plaza del Vaticano y parecen tener una especial predisposición contra la Iglesia católica. En Kiev derribaron una cruz que recordaba las miles de víctimas católicas de la persecución estalinista.
Como mujer me desmarco de ese feminismo agresivo, cuya reivindicación se limita a esgrimir el derecho al aborto. Creo que el feminismo verdadero consiste en facilitar la conciliación laboral y familiar. No sólo en lo relativo a la mujer sino también al hombre. Esa paridad que debe trasladarse al hogar donde ambos comparten las tareas domésticas y son responsables a la par del cuidado de los hijos. Y en ese aspecto hay todavía mucho camino que recorrer. Me quedo con los valores femeninos de gratuidad y servicio como motor del hogar y de la sociedad. Creo que no debemos buscar una sociedad feminista, sino más bien femenina. Donde la competitividad no difumine el valor de la persona. Una sociedad cristiana y personalista que cuida más del individuo y sus valores humanos.
Me quedo con el humanismo cristiano que hoy proclama en la voz del profeta Isaías los verdaderos motores de la historia (58,7-10):Así dice el Señor: «Parte tu pan con el hambriento, hospeda a los pobres sin techo, viste al que ves desnudo, y no te cierres a tu propia carne. Entonces romperá tu luz como la aurora, en seguida te brotará la carne sana; te abrirá camino la justicia, detrás irá la gloria del Señor. Entonces clamarás al Señor, y te responderá; gritarás, y te dirá: "Aquí estoy." Cuando destierres de ti la opresión, el gesto amenazador y la maledicencia, cuando partas tu pan con el hambriento y sacies el estómago del indigente, brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía.»
Soy consciente de lo mucho que debemos a las primeras sufragistas, también ellas escandalizaron a la sociedad de su tiempo. Sin embargo, poco a poco, consiguieron su objetivo: el voto de la mujer y su participación plena en la sociedad. Han sido pioneras abriendo camino a las que hemos venido detrás. Pero nunca fueron proclives al aborto, ni al hedonismo. Creo que tenían mayor conciencia de la dignidad humana, de las que tenemos en la actualidad.
En realidad las chicas de Feme caen de lleno en querer ser como los hombres, sin aportar mayor calidad humana a la sociedad. Desean no tener conciencia de sus actos, no ser responsables de la trasmisión de la vida, hasta que ellas deseen engendrar un hijo. Son herederas de la revolución sexual y del feminismo ideológico al estilo de Simone de Beauvoire. Y no han superado los límites de esa feminismo de corte radical que reivindica ser como el hombre, poseer su misma autonomía y libertad. Desechando por el camino cualidades que toda mujer debe propiciar y fomentar. Cuando gritan al arzobispo de Madrid “Toño, fuera de mi coño”. O “El aborto es sagrado”. Manifiestan el lado más burdo de la mujer.No me siento representada por Feme, ni creo que aporten un grano de cordura a nuestra sociedad. Su violencia verbal y su agresividad malsana no benefician en nada la causa de la mujer.
Carmen Bellver
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