Uno de los grandes temas de las canciones románticas es
expresar cómo el otro o la otra se convierten en absoluto para quien está
enamorado. Entonces, la balada de turno dice que «Sin ti no soy nada»,
o que «Si tú no estás aquí me falta el aire», y quiere expresar una idea real,
la dependencia, la necesidad, la comprensión de la propia vida en referencia a
los otros. De alguna manera, con Dios ocurre algo así. No es que haya que
hablar de Dios con el lenguaje romántico o de los enamorados. Probablemente hay
formas más sobrias y otras más expansivas, hay quien es más frío y quien es más
apasionado en la forma de hablar, también, de Dios.
Pero sí tenemos un reto por
delante: Hacer que Dios sea el que
le des sentido a Todo.
Que Dios sea, de alguna manera, el que te permita poner
nombre a las historias buenas y a las malas, procesar los errores, pintar el
horizonte hacia el que uno quiere caminar.
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