sábado, 30 de mayo de 2015

Mi Dios y mi todo

Uno de los grandes temas de las canciones románticas es expresar cómo el otro o la otra se convierten en absoluto para quien está enamorado. Entonces, la balada de turno dice que «Sin ti no soy nada», o que «Si tú no estás aquí me falta el aire», y quiere expresar una idea real, la dependencia, la necesidad, la comprensión de la propia vida en referencia a los otros. De alguna manera, con Dios ocurre algo así. No es que haya que hablar de Dios con el lenguaje romántico o de los enamorados. Probablemente hay formas más sobrias y otras más expansivas, hay quien es más frío y quien es más apasionado en la forma de hablar, también, de Dios.

Pero sí tenemos un reto por delante: Hacer que Dios sea el que le des sentido a Todo.

Que Dios sea, de alguna manera, el que te permita poner nombre a las historias buenas y a las malas, procesar los errores, pintar el horizonte hacia el que uno quiere caminar.

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