¿Alguna vez has oído decir de alguien que no tiene ningún espíritu? Se usa para decir algo así como que es una persona desganada, desgarbada, que parece que le falte pasión, intensidad o vitalidad. Desde la fe, el espíritu es «el espíritu de Dios», esa presencia de lo divino en nuestras vidas, que se convierte en aliento, intuición, emoción o memoria viva. Ahora que nos acercamos a la fiesta de Pentecostés –la fiesta del espíritu– es, quizás, momento para hacernos conscientes de esa presencia, para pedirle a Jesús que nos envíe su espíritu y para dejar que esa fuerza viva de Dios en nosotros contagie y entusiasme al mundo. |
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