martes, 13 de octubre de 2015

A propósito de monseñor Charamsa

Es sacerdote. Decide declarar que es homosexual en vísperas del Sínodo. Revela que tiene un novio, español, con el que mantiene una relación estable que piensa continuar. Y clama por un cambio en la situación de las personas con orientación homosexual en la Iglesia. La reacción en el Vaticano es declarar que, ante esa situación, le apartarán del sacerdocio. Y claro, al mezclarse todos los temas es muy fácil que se reproduzcan titulares que  insistirán en que  se le expulsa del sacerdocio por ser homosexual.

Qué más quieren quienes, con ello, se reafirmarán en su convicción de que no hay cambio posible en la Iglesia, y llenarán las redes con un clamor contra una iglesia anacrónica y demás. Tampoco faltarán quienes, encantados con que nada cambie, aprovechen la confesión de monseñor para generalizar y decir que esto demuestra que los homosexuales son imposibles.

La realidad es que el sacerdote polaco ha mezclado dos cuestiones: celibato del clero y homosexualidad. No es el primer cura que tiene que abandonar el sacerdocio al optar por una relación de pareja. Hay muchísimos que, desde hace décadas, claman por un cambio en la cuestión del celibato. Pero, por el momento, lo que rige hoy es el celibato para los sacerdotes. Y eso no tiene que ver con la orientación sexual.

Imagino que la inmediatez de las medidas tendrá que ver con el momento y forma elegida por Charamsa para hacer estas declaraciones. Ante la prensa, con su pareja, en vísperas del comienzo del sínodo de la familia. Imagino también que él haya querido hacerlo así, ante los medios, vestido con alzacuellos y flanqueado por su novio, precisamente para provocar reacciones. No sé si se da cuenta de que, al mezclar todas esas cuestiones: su situación personal, el celibato opcional, y las relaciones entre personas homosexuales, no ayuda demasiado a un diálogo muy matizado.


Y justo hoy, en vísperas de un sínodo que va a abordar tantas cuestiones complejas, y en el que muchos tenemos puestas tantas esperanzas, ¿no es lo que más se necesita el matiz y la delicadeza?

José María R. Olaizola sj

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