Señor, que sea presencia,
para que hable de Tí sin nombrarte;
que sepa callar cuando es preciso con el gesto que reemplace la palabra.
Que sea presencia con la luz que ilumina el lenguaje del silencio
y voz, que surgiendo de la vida, no habla.
Que sea presencia para decirle a los demás que estamos cerca,
aunque sea grande la distancia que separa.
Que sea presencia para intuir la esperanza de los otros y simplemente, llenarla.
Que sea presencia para sufrir con el que sufre y desde dentro, mostrarle que Dios
cura nuestras llagas.
Que sea presencia riendo con el que ríe y alegrándome con el gozo del hermano porque ama.
Que sea presencia para gritar con la fuerza del Espíritu
la verdad que desde Dios siempre nos salva.
Que sea presencia para vivir expuesto y sin armas, confiando ciegamente en tu Palabra.
Que sea presencia para llevar el “desierto” a los hermanos,
que es compartir tu Misterio y decirles que los amas.
Que sea presencia para escuchar tu lenguaje en silencio,
y para“ver” por ellos cuando la fe pareciera que se apaga.
Que sepa ser presencia, Señor, para saber esperar tu tiempo
sin apresuramientos y con calma.
Ser presencia para dar serenidad con una paz muy honda,
y vivir la tensión del desconcierto
en una Iglesia que, porque crece, cambia.
Ser presencia para abrirme a los “signos de los tiempos”
manteniéndome fiel a tu Palabra.
En fin, ser presencia Señor, para continuar siendo peregrino
en el camino poblado de hermanos,
gritando en silencio que estás vivo
y que nos tienes tomados de la mano.
Cardenal Eduardo Pironio
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