Laudato si’ no tiene parangón en muchos sentidos. En el pensamiento social
de la Iglesia, es la primera encíclica papal que trata los temas de medio
ambiente y el cambio climático a la luz de la fe. Ninguna otra encíclica papal
ha recibido tanta atención antes y después de su lanzamiento como ésta. Podría
decirse que esta es una de las encíclicas más influyentes que podrían tener
impacto duradero en nuestra fe, el desarrollo humano y el medio ambiente. En
lugar de hacer un comentario sobre la encíclica, he adjudicado diez
realizaciones a título personal después de leer la encíclica.
En primer lugar, la belleza de la creación de Dios no tiene precio.
Debemos aceptar humildemente el mal que hemos hecho a la creación de
Dios debido a nuestras tendencias consumistas y preferencia por las ganancias a
corto plazo sobre los dividendos a largo plazo. Este es un buen punto de
partida para nuestra determinación de trabajar vigorosamente para el cuidado de
nuestra “herencia compartida.”
En segundo lugar, tenemos que proteger y promover nuestra
interconexión. La tierra no es una realidad externa que simplemente
explotamos y dominamos para nuestro propio uso. Lo que es bueno para la tierra
es también bueno para la humanidad.
En tercer lugar, el bien común es nuestra casa común, es decir, el
planeta tierra. Todos pertenecemos a un mismo hábitat. La promoción del
bien común significa examinar y minimizar nuestro sentido de derecho. Existen
limitaciones ambientales graves de un enfoque para los recursos de la tierra
basado en los derechos.
En cuarto lugar, la mentalidad de usar y tirar necesita ser
transformada por una cultura de cuidado del medio ambiente. Tenemos que
transmitir a las generaciones futuras un mundo habitable y sostenible. A partir
de un sentido de “propiedad” se nos invita a adoptar una actitud de “buena
gestión” en la forma de relacionarnos con la creación.
En quinto lugar, el grito de los pobres y el grito de la tierra
están estrechamente entrelazados. Los pobres, por ser los más vulnerables,
sufren la mayor parte de la degradación ambiental y el cambio climático. “Un
profundo sentido de comunión con el resto de la naturaleza no puede ser real si
nuestros corazones carecen de ternura, compasión y preocupación por los demás
seres humanos” (# 91). La cuestión de la justicia es de suma importancia en la
forma en que cuidamos de los pobres y de la tierra. La demanda de justicia no
sólo es aplicable entre los que más tienen y los que tienen menos acceso a los
recursos naturales. También mantiene su aplicación entre las generaciones
presentes y futuras.
En sexto lugar, aunque ha habido buenas iniciativas y programas para
mitigar el impacto de las catástrofes ambientales, queda mucho por
hacer en las relaciones globales, esferas nacionales y locales, las familias y
las interacciones individuales para hacer una diferencia real. La
colaboración, el diálogo y la búsqueda del bien común son cruciales para hacer
frente a nuestros desafíos ecológicos y medioambientales.
En séptimo lugar, una espiritualidad de la creación puede
ser una fuerza impulsora y la motivación para proteger nuestro hogar común. “El
amor de Dios es la fuerza motriz fundamental en todas las cosas creadas” (#
77). La negación de Dios como el creador del universo refuerza la idea de la
autonomía y la supremacía de la humanidad con una licencia para explotar la
creación a voluntad.
En octavo lugar, un nuevo estilo de vida y la espiritualidad deben
perseguirse a través de la educación ecológicasucediendo en diversos
entornos. La familia parece ser un lugar privilegiado para la educación
ecológica. Al final, la formación de una ciudadanía global que privilegia la
sensibilidad ecológica y la defensa puede echar raíces en la vida de los
habitantes de la tierra.
Noveno, es importante revisar los excesos de paradigmas
tecnocráticos dominantes y el antropocentrismo moderno que han causado la
explotación de la naturaleza y de la creación de Dios. Si bien la tecnología ha
dado lugar a un cierto desarrollo genuino de los pueblos, tenemos que revisar
continuamente su impacto en la ecología y el desarrollo humano.
En décimo lugar, dado el debilitamiento de la autoridad de los Estados
nacionales y la prevalencia de los sectores económicos y financieros
transnacionales sobre la política, la creación de una verdadera
Autoridad política mundial parece el camino a seguir para gobernar con
eficacia los “bienes comunes globales” (#s 174-175). Tenemos suficientes
arreglos internacionales, nacionales y locales en materia de cambio climático y
la protección del medio ambiente, pero el reto parece ser el mecanismo y la
voluntad política para traducir hermosas ideas en realidades concretas.
(Artículo tomado de EcoJesuit )
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