Irak es un país que ha caído en un abismo, sacudido por una violencia sin fin que todos los días genera cientos de muertes.
Lo ha dicho el patriarca caldeo Louis Raphael I Sako. Y añade: “estas muertes se han convertido en un fenómeno cotidiano, al que nosotros mismos y el mundo poco a poco se están acostumbrando, como si fuera una rutina”.
La tragedia de los refugiados de Mosul; las miles de viviendas destruidas por los yihadistas y los ataques que golpean Bagdad y otras partes del país son signos de una tragedia sin fin que involucra a miles de personas inocentes.
Estamos frente a un mundo y un pueblo sin valores, dice el patriarca Sako. Golpear peregrinos que regresaban de una oración, así como atacar iglesias y mezquitas son el símbolo de una “barbarie” sin fin.
Habla de actos extremos que tienen como objetivo crear odio y divisiones, para aplastar a una nación y su tejido social.
Frente a todo esto, añade, es aún más urgente la necesidad de reconciliación, de encuentro entre cristianos y musulmanes, entre suníes y chiíes.
En este momento los líderes chiítas – junto con personalidades del mundo sunita – han condenado el ataque, señala el patriarca caldeo. Pero ahora ya no es suficiente con condenar, porque se necesita una acción eficaz y compartida. Hay que cambiar la mentalidad y la cultura; impulsar una reforma social y educativa que contraste con esta ideología violenta.
Alejandro Córdoba
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