Los desequilibrios territoriales, económicos y humanos existentes han encendido la luz de alarma de la sostenibilidad. Apoyado por muchos estudios que señalan que nuestro modelo de desarrollo es inviable. Inviable para nosotros los ricos. Y más inviable aún si queremos que el bienestar que nosotros hemos alcanzado siga aumentando y se extienda también a los colectivos de población menos favorecidos.
La alternativa pasa por otro modelo de desarrollo diferente al imperante hasta ahora. Un desarrollo sostenible que:
Sensibiliza a creyentes y no creyentes de que es necesario tomar conciencia de que necesitamos cambiar muchas cosas y transformar determinados hábitos de vida
Hace un uso menos intensivo de los recursos
Redefine los criterios de utilización de los mismos y procura se pueda acceder a ellos en condiciones de equidad
Transforma nuestros hábitos de vida
Sería una pena que resurgiéramos de la crisis actual dispuestos a cometer los mismos errores que la desencadenaron. La lección a aprender tiene que servir para detectar e impulsar cambios que en condiciones normales no nos habríamos planteado.
En las condiciones descritas los cristianos no solo no debemos mirar para otro lado sino tirar del carro y liderar los cambios necesarios. Ser y actuar como profetas que sensibilizan, conciencian, movilizan y fomentan la corresponsabilidad. Profetas que nos interpelan así:
Tener cosas es necesario para llevar una vida digna. Pero ¿cuánto? ¿con qué límites? ¿a costa de qué?
Alejandro Córdoba
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